Teléfono rojo
Súper delegaciones y la némesis de Evodio
El gobernador del Estado de Guerrero, el priísta Héctor Astudillo Flores (HAF), a la mitad del periodo sexenal, en plenitud de fuerza política y presupuestaria, y el presidente municipal de Acapulco, el perredista Evodio Velázquez Aguirre (EVA), a veintisiete días de concluir su administración en quiebra moral y hacendaria, están enfrascados en un pleito desigual, en el que el alcalde terminará disminuido a ser un político en desgracia.
¿Es HAF un fortachón que abusa del soberbio pero debilucho alcalde acapulqueño?
A HAF le quedan tres años de gobernador, cierto que tendrá que sortear los primeros seis meses de gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) la anticonstitucional súper delegación federal a cargo de Pablo Almícar Sandoval Ballesteros, algo así como un proconsulado o prefectura que sin duda alguna será motivo de corrección urgente en el rumbo político y administrativo de AMLO como Presidente Constitucional.
La mesura, esa demostración de sumisión y respeto hacia la Carta Magna por parte del político tabasqueño, daría fin a los súper delegados. Claro está, habrá más control de los fondos federales en los gobiernos estatales y municipales, que tendrán que ser operados con transparencia y total honestidad, pero nada que afecte los principios del federalismo puede ser propiciado por un político que se manifestó ante el electorado que lo está llevando al poder como un patriota dispuesto a iniciar lo que él llama “La cuarta transformación de México”.
Superado ese obstáculo torpemente colocado y corregido el rumbo del gobierno de la República, todo volverá a la normalidad: algunas de las delegaciones son necesarias, otras imprescindibles. Quizá haya demasiado personal, posiblemente estén en nómina empleados y funcionarios que sólo se presentan a cobrar en las quincenas (en la modernidad los sueldos son depositados en tarjetas bancarias) y otras anomalías, pero con las debidas correcciones, las delegaciones deben continuar.
Además, las delegaciones federales de AMLO, no pueden asumir toda la función federal en los Estados. ¿Tramitarán y otorgarán pasaportes? ¿Administrará pensiones, seguridad social y médica que corresponde a las actuales delegaciones estatales del IMSS y el ISSSTE, y otras complejas funciones más?
No es posible, el súper delegado federal, o si usted así lo prefiere el procónsul o prefecto, tardaría cuando menos dos años en integrar una gigantesca oficina federal que aglutine a las actuales delegaciones. Al término de esa titánica labor de construcción de la tan cuestionada entidad federal no habría duda alguna: en los estados habría dos gobernadores, el local y el federal. ¿Merecemos esa violación a la Constitución por parte de un Presidente Constitucional? No, no lo merecemos: el espíritu que anima a la nación mexicana es su historia, pletórica de gestas heroicas. Quizá poéticamente, quizá en la realidad, el Pacto Federal Mexicano se firmó con sangre derramada en el campo de batalla.
Mientras tanto, el presidente municipal de Acapulco, disminuido a político en desgracia, es vapuleado por un gobernador de Guerrero en la plenitud de la fortaleza política y presupuestaria. Lo que equivale a un abuso. “Su” prensa está linchando a Evodio por la ineptitud manifiesta del alcalde, pero en el pleito desigual hubo una alerta de riesgo sanitario que en nada beneficia al principal centro turístico estatal.
Los tiraderos de basura en casi todo Acapulco (las zonas turísticas están más o menos limpias) fueron la némesis para el alcalde Evodio Velázquez Aguirre: el castigo mitológico que los dioses infligían a los mortales dominados por la soberbia.