
Teléfono rojo
…que busca ser de provecho
Cuando Acapulco era el principal centro turístico del país su población creció a un ritmo exponencial. Había escasez de casas habitación para los nuevos habitantes, las rentas eran muy caras y los nuevos fraccionamientos vendían los lotes a precios prohibitivos.
El inicio de la Segunda Guerra Mundial, a finales de 1939, le dio un gran impulso al puerto, pues los turistas de los Estados Unidos no podían viajar a Europa, y las islas del Caribe, con las dos excepciones de Puerto Rico y Cuba, carecían de instalaciones hoteleras y de aeropuertos. Viajar en barco era peligroso, por los muchos submarinos nazis que los acechaban con sus tubos torpederos cargados.
La carretera México-Acapulco se recorría con algunos contratiempos en doce horas, y “Aeronaves de México” con sus pequeños aviones que aterrizaban en una pista aérea de terracería en lo que hoy es el fraccionamiento Magallanes, frente al mar, luego de un vuelo de hora y media.
En la segunda mitad de los 40 se construyó un aeropuerto en Pie de la Cuesta (actualmente, la Base Aérea del Ejército Mexicano) con capacidad para el aterrizaje y despegue de aviones Douglas DC-3, con capacidad para treinta y dos pasajeros, en sus inicios, y para antes del término de la cuarta década del Douglas DC-4, para ochenta pasajeros.
Los grandes hoteles desplazaron a las casas de huéspedes. Se inauguraron la Costera, la Escénica y la carretera a Plan de los Amates. En los llanos colindantes a este último poblado, entre mar y laguna, se construyó a mediados de los 50 el aeropuerto “Juan Álvarez”, que en la siguiente década fue ampliado en su terminal y dotado de una pista para los grandes y veloces aviones a reacción de las aerolíneas estadounidenses, lo que le daba la categoría de internacional.
En sólo treinta años pasó Acapulco, de pequeña ciudad a centro turístico de fama mundial.
Su lenta decadencia inició cuando en 1957 se inició la invasión de terrenos (La Laja y etcétera), y se aceleró cuando de 1970 a 1982 se cometió el error por parte del gobierno federal de regalar los lotes ya urbanizados.
De casi todo el estado llegaron a seguir impunemente invadiendo terrenos propiedad de particulares, “al fin y al cabo pronto tendremos los servicios y nos regalarán la escritura”.
A finalizar el siglo XX, hace sólo dieciocho años, el turismo internacional se ausentó de Acapulco. La “industria sin chimenea”, como toda la ciudad y puerto, entró en una crisis que no ha podido abandonar. Sobrepoblado Acapulco y sin suficientes fuentes de empleo, la delincuencia creció como verdolaga, y en la actualidad es una de las ciudades más inseguras del mundo.
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Andrés Manuel López Obrador, el presidente electo, concederá asilo y permiso de trabajo a los centroamericanos en caravana a los Estados Unidos que decidan quedarse en México, que seguramente serán casi todos, pues Donald Trump no los dejará cruzar la frontera.
Esa acción, sin duda humanitaria por parte del tabasqueño, hará que muchos más, como en el caso de los invasores de terreno en el Acapulco de ayer, vengan en busca de una mejor perspectiva económica. ¿Cuántos más?, como cantaba Álvaro Carrillo: “Sabrá Dios”.
Es memoria de algo pasado, una remembranza que busca ser de provecho.