México ante su mayor amenaza
Desdentado y sin zarpas
Hace unos días en la Convención Bancaria que año con año tiene como sede a Acapulco, asistieron como invitados especiales los candidatos a la presidencia de la República.
El primer día, los independientes, Margarita Zavala, Armando Ríos Píter y Jaime Rodríguez Calderón, y en el segundo, los tres registrados por las coaliciones: Ricardo Anaya, José Antonio Meade y Andrés Manuel López Obrador, en donde dieron a conocer ante los dirigentes de los bancos que operan en el país, lo que sería su gobierno si triunfan en las elecciones del 1 de julio.
Nada de otro mundo: los candidatos presidenciales ante “los dueños del dinero”, el poder político frente el poder económico…
Nada raro, todo normal, como para que la información en los medios fuera efímera y simplona como toda noticia convencional.
Pero no fue así: los ecos de la Convención Bancaria, esos fenómenos acústicos que se manifiestan cuando una onda se refleja y regresa a su emisor, estremecen y seguirán estremeciendo a Andrés Manuel López Obrador, quien ante los banqueros tácitamente amenazó con la violencia postelectoral si hay fraude electoral y él no es el presidente.
Sí, el famoso tigre que él no apaciguará, sino que hacerlo será tarea de quienes lo suelten, es decir de quienes cometan el “fraude electoral”.
La noticia no fue efímera y simplona, al no ser una noticia convencional. No se enmarcó en las normas mayoritariamente observadas, rompiendo esquemas, y claro está, Andrés Manuel, tendrá que soportar al tigre de su error, un tigre imaginario y metafórico producto de una mentalidad estulta, proclive a la autodestrucción como si fuera un suicida potencial.
Ya lo vimos y oímos en el año 2006, la primera vez que fue candidato, insultar al entonces presidente Vicente Fox Quesada, a quien en un mitin le gritó a larga distancia “¡Cállate, chachalaca!”, mostrando el poco respeto que tiene por la figura presidencial.
Seis años después, en su segunda candidatura, mandó “al diablo las instituciones”.
Ahora, en su tercera intentona para llegar a Palacio Nacional, nos amenaza con el tigre de la violencia postelectoral, que a todas luces es un tigre desdentado y sin zarpas como toda fiera imaginaria
López Obrador es un caso único. Puede llegar a ser presidente, y de serlo, sería tan neoliberal y de derecha como lo fue Felipe Calderón Hinojosa y lo es Enrique Peña Nieto. Se finge de izquierda para captar la simpatía popular y los votos de quienes consideran una traición el alejarse del nacionalismo revolucionario en donde anidaron los gobiernos paternalistas y populistas que dieron forma al desarrollo estabilizador de los años 50 y 60 y los primeros cinco años de los 70 del siglo pasado. Pero son otros los tiempos y otras las circunstancias: la globalización nos colocó en un sendero del que no saldremos hasta que la economía política, tan internacional que es, nos toque con su vara mágica.
De perder, AMLO seguirá con su cantaleta de fraude electoral unos meses, y luego se perderá entre los frondosos árboles tropicales que rodean su finca de nombre lépero en Palenque, Chiapas, hasta volver a disfrutar de SU partido y el poder financiero y político que le genera.
No habrá ningún tigre de la violencia por amarrar. La mayoría de los mexicanos queremos vivir en paz para superar la enorme problemática que nos agobia.