Corrupción neoliberal
López Obrador y el caos económico
Andrés Manuel López Obrador, el candidato presidencial de Morena, de acuerdo con los sondeos de opinión, es ahora el más viable sucesor del priísta Enrique Peña Nieto. Empero, la campaña electoral está por empezar, y como sabemos, las encuestas “solamente son una fotografía del día en que se levantan”, y que la experiencia registra que en las dos candidaturas anteriores, el tabasqueño aventajaba por mucho a Felipe Calderón Hinojosa (2006) y a Enrique Peña Nieto (2012), y que conforme se acercaba la jornada electoral fue perdiendo puntos hasta ser derrotado en las elecciones.
En esta, su tercera oportunidad de triunfo electoral, parece más cerca de la victoria. Le favorece la impopularidad de Enrique Peña Nieto, cuya imagen está por los suelos por varios factores en donde resalta el escándalo de la casa con costo multimillonario que compró y tuvo que devolver su esposa, el alto precio del litro de la gasolina que repercute en la inflación y que la voz popular menciona como los “gasolinazos”… y la Reforma Energética, que abrió una puerta por donde entró a PEMEX “como Juan a su casa” el capital nacional e internacional, que era lo último que quedaba del nacionalismo revolucionario mexicano.
Tan seguro está de su victoria electoral Andrés Manuel López Obrador, que su discurso ha cambiado. Habla ya como presidente electo, y no como un candidato en busca del voto.
Ayer se declaró un cristiano, un hombre de fe, como lo fueron Benito Juárez y Francisco I. Madero.
Como se sabe, AMLO no es católico como la mayoría de los mexicanos, pero afirmó ser un cristiano ecuménico, o sea universal, abrasando todas las religiones cristianas.
A Albert Einstein le preguntaban que si creía en Dios, y solía contestar que sí, pero que creía en el Dios de Baruch Spinoza, el filósofo racionalista holandés del siglo 17, que decía que la casa del Señor estaba en todos lados y no sólo en los templos. El ecumenismo de Einstein, como el de Spinoza, tendía a restaurar la unidad de todas las iglesias cristianas, y el de López Obrador es sólo un discurso político, y así hay que tomarlo.
López Obrador, en la realidad, no es un político de izquierda. Es un político demagogo, como la mayoría de los políticos.
Se dice de izquierda para atraer las simpatías de los electores pobres, y en México hay más de cuarenta millones de pobres.
Cuando fue Jefe de Gobierno de Ciudad de México fue tan neoliberal como el presidente Ernesto Zedillo. Tan neoliberal que en alianza con Carlos Slim reformó el Centro Histórico de la capital de la República, un gran negocio para el creso mexicano de origen libanés, considerado desde entonces como uno de los más ricos del mundo.
AMLO, si es presidente, sería un neoliberal populista.
El peligro estriba en el temor que el empresariado nacional e internacional le tengan a su populismo, sí, neoliberal pero susceptible de degenerar en un populismo descontrolado, como en los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo, lo que se manifestaría en una fuga de capitales capaz de llevarnos al caos económico.