Hoja verde
Los necios e incapaces
Nuestro país pasa por malos momentos. La inseguridad nos mantiene a los mexicanos crispados (exasperados e irritados) al ver la incapacidad del gobierno por frenar al llamado “crimen organizado” que cotidianamente asesina a delincuentes rivales, pero también a personas inocentes, que como en el caso reciente de una pastelería de Acapulco en donde mataron a dos jóvenes empleados, una estudiante de licenciatura de enfermería que trabajaba allí para pagar sus estudios y un jovencito que se ganaba la vida atendiendo a la clientela del lugar y que según la voz popular fueron victimados porque el dueño del negocio (que no estaba en el lugar de los hechos) no pagó “la cuota” por el derecho de piso a un grupo delincuencial “que maneja” ese sector, lo que imaginariamente retrotrae a esta ciudad y puerto al Chicago de los años 20 y 30 del siglo pasado, pero que en el mundo real en número de víctimas, el Chicago de Al Capone ya es superado por el Acapulco de una mafia atomizada, en donde en cada colonia, barrio o fraccionamiento residencial, hay un capo sanguinario y cruel que no se toca el corazón para matar.
Sí, somos una sociedad crispada. Lo vemos en el rictus de los guerrerenses, en el aspecto fijo o transitorio del que tiene miedo a salir a la calle; del rostro que se atribuye un determinado estado de ánimo, sobre todo en el sector empresarial, en donde los negocios cierran al no tener garantías de un gobierno incapaz de brindar orden y paz a la ciudadanía.
Este es el estado de Guerrero, retrotraído, también al decimonónico: los “bandidos de Río Frío”, de Manuel Payno, publicada en entregas a un periódico de Barcelona entre 1869 y 1891, y “El zarco”, de nuestro Ignacio Manuel Altamirano, escrita entre 1886 y 1888, pero publicada en 1901, ocho años después de la muerte del tixtleco. La inseguridad de los caminos mexicanos de la segundad mitad del siglo 19, no es nada comparada a la inseguridad de las carreteras mexicanas en los años actuales: antes de ayer, en la federal México- Acapulco, por el rumbo de El Ocotito, hubo ocho muertos en un enfrentamiento entre dos grupos policíacos meta legales, y por si fuera poco bloquearon la carretera.
Claro está, la solución tardará en llegar. Somos un país de costumbres, y dicho costumbrismo se encierra en la actividad política, hasta hace poco en una democracia simulada, y recientemente en una democracia real que se niega a avanzar por la colusión de los partidos y gobernantes con los políticos de la “vieja guardia”, de esos que en tonos surrealistas Luis Echeverría llamaba “emisarios del pasado”.
Tardará en llegar la solución, pero llegará. Pero para que esto sea posible tenemos que avanzar en la democratización del país. Votar, y aprender a votar, para impedir que lleguen a gobernar los necios e incapaces que tanto daño le han hecho a México.