Hoja verde
Diplomacia de respeto
Al escribir esta columna no sabemos el resultado de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos. Si la candidata del Partido Demócrata, Hillary Clinton, con su victoria electoral, salva a la humanidad del peligro latente que significaría el triunfo de Donald Trump, un desequilibrado mental que inexplicablemente obtuvo la candidatura del Partido Republicano.
Racista, ignorante y de modales zafios y ordinarios, Donald Trump pretende la construcción de un muro en la frontera que compartimos con su país, y lo que es aún más ridículo que su persona, pagado por México.
Amenaza con deportar a millones de mexicanos, indocumentados o no, porque según él son delincuentes. Con el triunfo de la señora Clinton evitaríamos el riesgo de un presidente de los Estados Unidos contrario a los intereses de nuestros connacionales. Es por lo anterior que esperamos y deseamos el triunfo de la candidata demócrata.
Pero la victoria de doña Hillary dejaría mal parado al gobierno del presidente mexicano Enrique Peña Nieto. Su error garrafal de invitar a Donald Trump a visitar la Ciudad de México y a conversar con él en Los Pinos, y “cubrirse” así ante la posibilidad de triunfo electoral del considerado “nuevo Hitler”, y que hizo de nuestra diplomacia una suerte de apuesta, provocó un distanciamiento con el presidente Barak Obama, y claro está, con la candidata.
Si gana Clinton, Enrique Peña Nieto tendría que buscar un acercamiento con ella, y hacer movimientos en el aparato diplomático y defender el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que sin duda beneficia a la economía nacional mexicana, como beneficia también a la de los Estados Unidos y Canadá, y que supuestamente se revisaría durante su gobierno.
Los “movimientos” supradichos, podrían incluir cambios en la Secretaría de Relaciones Exteriores. La diplomacia mexicana, anteriormente respetada, en los últimos sexenios con titulares inexpertos, nos ha ocasionado problemas. Esto afectaría a la actual Canciller, Claudia Ruiz Massieu, que ocuparía otra secretaría en el gabinete de Enrique Peña Nieto, como ya afectó a Luis Videgaray, quien renunció a la Secretaría de Hacienda por ser el autor del proyecto de la entrevista Peña Nieto-Trump y que está calidad de desempleado.
Volver a los tiempos de una cancillería mexicana de respeto, como fuera con Matías Romero, en los tiempos de Benito Juárez y en los gobiernos post revolucionarios, cuando Genaro Estrada, el abogado mazatleco especialista en derecho internacional público fuera secretario de Relaciones Exteriores (de 1930 a 1932) que hiciera de nuestra diplomacia un paradigma de la libre autodeterminación de los pueblos. Sí, la “Doctrina Estrada” que tanto nos enorgullece a los mexicanos que tenemos conocimiento de nuestro pasado.