Sin mucho ruido
La dignidad, como cualidad
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), en vías de renegociación, no tiene mucho futuro. Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, tal como lo anunció en su campaña electoral, tiene en mente acabarlo, pues el empresario y político, que es un neofascista de ascendencia alemana, asegura que el tratado beneficia más a México y Canadá, que al país que gobierna.
Trump es contrario al neoliberalismo económico, y su tendencia es al aislacionismo, lo que en estos tiempos es un imposible.
El aislacionismo les funcionó a los gringos en la segunda mitad del siglo 19 y en la primera del siglo pasado. La entrada de Estados Unidos a las dos guerras mundiales fue tardía, pero significó el gran negocio de nuestros vecinos del norte, cuya industria, enorme, dotó a los países aliados de equipo bélico a crédito, y cuando fue oportuno entraron a las dos guerras cuando el Káiser, primero, y después Hitler, estaban prácticamente vencidos.
A partir de 1945, se convirtieron en un país abierto, tan abierto que desde entonces son un imperio de facto, y se asumen como“los policías del mundo”.
Pero el gobierno mexicano juega al tiempo: Donald Trump no será reelecto, y su gobierno será de cuatro años, parece ser el juego de Enrique Peña Nieto. Sí, es posible, pero el daño que ocasionará este “chivo en cristalería” es de grandes dimensiones, por lo cual, hay que seguir el ejemplo del primer ministro canadiense, Justin Trudeau, que anunció la posibilidad de abandonar el TLC si en la negociaciones se afecta a su país.
La esperanza de México se fundamenta en la gran fuerza de los poderes fácticos de Estados Unidos: industriales, agricultores (son el granero del mundo) y etcétera, cuyas exportaciones se verían reducidas si Trump acaba con el TLC.
El tratado pasaría “a mejor vida”, pero resurgiría de sus cenizas, como el Ave Fénix, con el gobierno que suceda al de Trump.
México y Canadá, mientras tanto, podrían negociar con China, la nueva súper potencia económica, acuerdos comerciales que beneficien a los tres países, y esperar que pase esa tempestad violenta que significa para el mundo el gobierno del actual presidente de Estados Unidos.
Pero todo basado en la dignidad, cualidad que nunca debemos perder.