Corrupción neoliberal
¿Hasta dónde puede llegar?
El populismo, en especial el de izquierda, pues también lo hay de derecha, conlleva el riesgo de la antidemocracia, y en su fase de exacerbación, el de la dictadura. El binomio Chávez-Maduro, en Venezuela, es una muestra a la que debemos estar atentos los latinoamericanos.
Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el precandidato presidencial de Morena, sin duda alguna es un político popuiista. En sus dos primero intentos por llegar a Los Pinos, atrajo el voto de las clases populares, pero no fue suficiente, pues parte de los electores pobres y la mayoría de los de las clases media y empresarial optaron, primero, por el PAN (Felipe Calderón Hinojosa) y después por el PRI (Enrique Peña Nieto), pues vieron en el tabasqueño a un demagogo que acabaría haciendo pedazos al país.
Para esta tercera candidatura, López Obrador tiene su propio partido, el Movimiento de Regeneración Popular, el ya famoso Morena, que lidera en las encuestas, pero no hay que soslayar que los demás partidos no definen aún quiénes serán sus abanderados, y solo, sin rivales oficiales enfrente, es natural que encabece los sondeos de opinión.
Y también atrajo el apoyo de un pequeño sector del empresariado, representado por quien funge como coordinador del proyecto de nación de Morena, Alfonso Romo Garza, un industrial del centro-norte del país a quien en los últimos años no le ha ido nada bien en los negocios, y que según se dice en los corrillos políticos, buscó ayuda financiera durante los gobiernos de Calderón y Peña, que en las dos ocasiones le fue negada, y no teniendo otra opción, se refugió en el equipo del tabasqueño, “jugándose el todo por el todo”.
Los adversarios de Andrés Manuel lo señalan como un seguidor, primero, de Hugo Chávez, y a la muerte de este, de Nicolás Maduro, y ya vemos en el estado actual del país sudamericano que el populismo de izquierda puede hacer de una nación rica una pobre en cuestión de unos años.
Empero, AMLO nunca ha desmentido su supuesta simpatía por la dictadura que se está gestando en Venezuela y tampoco hace comentario alguno por el estado de cosas que puede llevar a los venezolanos a una guerra civil.
No ha negado, siquiera, que reciba apoyo económico del gobierno de Nicolás Maduro, pues López Obrador sigue a pie juntillas la frase atribuida al teórico fisiócrata francés del siglo 18, Jean Claude Marie Vicent de Gournay: “Laissez faire, laissez passer”, en español “Dejar hacer, dejar pasar”.
Dispuesto a todo para ocultar su proclividad al populismo, Andrés Manuel inició una breve gira por Sudamérica. Ayer se entrevistó con la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, y el jueves será recibido por el presidente de Ecuador, Lenin Moreno.
En ambas visitas estará acompañado de Alfonso Romo Garza, coordinador del proyecto de nación de Morena, como será su acompañante principal en el viaje que hará a los Estados Unidos a finales de agosto, donde presentará el libro “Oye, Trump”, uno más de la serie de opúsculos publicados por AMLO en los últimos años.
La estrategia en los tres viajes es dar a conocer el proyecto de nación de Morena, pero no podemos ocultar las dudas que tenemos de la capacidad intelectual y moral de su coordinador, Alfonso Romo Garza. Este puede ser un buen recaudador de dinero para la campaña, pero para coordinar un proyecto de nación, simplemente no le vemos capacidad alguna.
En los próximos meses, ya con candidatos los otros partidos fuertes, sabremos hasta dónde puede llegar Andrés Manuel López Obrador.