Entrega Gobierno de Guerrero más visas del programa Lazos Migrantes
ACAPULCO, Gro., 11 de noviembre de 2018.- La Nao 2018 debió, no sólo por razones políticas sino artísticas, ser diferente… y lo fue, descaminando la senda que ya había recorrido sobre aguas tormentosas, por algunas razones explicables y otras que no se comprenden: un contexto social violento, falta de recursos económicos, corrupción y, lo imperdonable, ignorancia por parte de los organizadores de los objetivos fundacionales del evento.
¿Qué fue lo que hizo que el recinto del Fuerte de San Diego luciera con claros visibles cuando otros años hubo hasta enfrentamientos para ingresar a la fiesta anual? ¿Fueron los hechos violentos que padecen los acapulqueños y en particular los que sufren los habitantes de zona del Centro lo que ahuyentó al público? ¿Fue la excesiva seguridad y las medidas restrictivas de los organizadores y cuerpos policiacos que resguardaron el evento y a tan selecto público invitado? ¿Es la pobreza artística de la cartelera seleccionada por el director artístico del evento, Gabriel Brito, quien también organiza Mister Model Guerrero?
Tal vez la respuesta única esté determinada por todas las interrogantes. Todo inició mal eso es lo cierto. Veamos.
Abrir un festival, ¡inaugurar! con Celso Piña, sorprendió a quienes conocen de esto y al mismo músico regiomontano, más acostumbrado al público de pie frente al escenario que a la ñoñez de la butaquería para “selectos” invitados políticos, resguardados por efectivos de la Policía Turística, más que un error, un mensaje de insensibilidad de un gobierno que se pretende diferente.
Desde la conferencia de prensa el acordeonista, que para mi gusto no supera a Edison Molina de la Luz Roja de San Marcos, quien por cierto cobra menos dinero por sus presentaciones, expresó su descontento por la sillería frente al escenario.
Vuelve a mostrar su incomodidad durante el concierto después de que la alcaldesa Adela Román y el fifí secretario de Turismo Ernesto Rodríguez Escalona, connotado miembro de la oligarquía cevichera en representación del gobernador Héctor Astudillo, rompen el corsé impuesto al auditorio con la ejecución de un vallenato, emulando, tal vez sin saberlo, a la gran Columba Domínguez y Roberto Cañedo, en el episodio colombiano de la trilogía Pueblo, Canto y Esperanza, dirigido por Alfredo B. Crevenna.
Después de algunos bailes de los funcionarios, diputados e invitados que sudaron nuestros impuestos, resguardados por los agresivos policías turísticos que intentaron hasta arrebatar celulares a los que grababan por sentirse intimidados, Celso dijo algo razonable, dirigiéndose a los danzantes de la fiesta de Adela: “Ustedes ya bailaron mucho, siéntense y denle chance a los chavos de los lados”. Y fue así que el cantante ubicó en su exacta magnitud de lo que ellos hacen y para que los organizadores comprendieran para quién toca la Ronda Bogotá, los chúntaros, bandas de las colonias pobres de Monterrey.
La desubicación total. Los conductores de siempre, vestidos para asistir a una ópera en el imaginario de sus pretensiones culturales documentadas en revistas del corazón; vestidos como para conducir los premios TV y Novelas en el Canal de Las Estrellas y no en la televisora oficial RTG: frac, maquillaje, vestido largo, largo, y cortos de ideas.
Verbigracia, dijera adverbialmente el culto, ahí les van algunas inteligentes intervenciones: “Dense un aplauso ustedes mismos”, “¿Les gustan las sorpresas? ¡A mí me gustan Las sorpresas!”… ¡Ufff!
“¡Pongan en vibrar sus celulares!”, dijo la conductora vestida en rojo, como si nos advirtiera para entrar a la solemnidad congelada de una sala de Bellas Artes, claro, según la cultura documentada en Petit Larousse y donde el tuerto cree que todos son ciegos.
¿Y qué hacía Silvia Pasquel en un festival cultural? La reina de las telenovelas fue aclamada por el respetable como su madre lo fue cuando fue dirigida por Luís Buñuel. Al paso que van propongo que el próximo invitado a la fiesta, en un acto de justicia, sea nuestro prócer local Javier Carranza El Costeño (¡Un saludo, mi brother!).
Y así fue como la acordeona endulzó con música vallenato la primera noche del festival. Un buen número de covers que acá venimos escuchando, en Costa Chica desde San Marcos, Guerrero, hace más de cuarenta años, sin el reconocimiento debido, sin los prestigios de la publicidad, muchos años antes de que Piña se plantara frente al pelotón de fusilamiento de la crítica de un escenario, al arribo de un miembro de la dinastía Molina al rumbo, Aniceto, miembro del mítico Corraleros del Majahual.
Esta sólo fue la primera noche de La Nao… un capítulo más de una historia acapulqueña a lo Pulp Fiction y que, como vaticina La Biblia, cosas peores nos deparan. ¡Dios nos agarre confesados! Amén.