
Teléfono rojo
Graves y variados problemas no los detienen.
Les confirman la necesidad y urgencia de acabar el diseño institucional, consolidar la alianza militar y darse las herramientas con las que planean resistir cualquier vendaval desde el lugar que hoy tienen y no piensan dejar.
Es la excepción de su patente ineptitud; ahí no titubean y cuentan con las condiciones para obtener lo que les interesa por sobre todas las cosas, principio y fin de su proyecto: el poder; hacerse de él, concentrarlo, extenderlo y no soltarlo.
Después de un sexenio perdido, el crecimiento fue menor al de la población -0.8% anual promedio-, nos encaminamos a la recesión en medio de la incertidumbre comercial por la política arancelaria de Estados Unidos y una compleja renegociación del T-MEC.
Pero eso no los lleva a revisar su ruta política porque su prioridad es el cambio de régimen, no enfrentar con éxito los retos del país.
Primero consolidan su posición dominante y convierten en estructural la hegemonía que les obsequiaron con la inconstitucional sobrerrepresentación. Después verán qué hacen.
Por eso no convocan a la unidad ni procuran el diálogo. No les interesa negociar y acordar con otras fuerzas fuera de su coalición, aunque eso fortalecería al gobierno. No van a renunciar al control vertical del Estado, los gobiernos y el partido, diluyendo sus fronteras y extendiendo al máximo sus redes clientelares que ocuparan en la siguiente elección.
Eso va aunado, necesariamente, al pensamiento único y, por eso, consideran a la pluralidad un estorbo al que deben reducir al mínimo y arrinconarlo.
Ni siquiera pausan sus intenciones con las sacudidas y creciente presión del gobierno de Estados Unidos para enfrentar lanarcopolítica al más alto nivel.
Los vecinos saben que la protección al antecesor y su administración es razón de Estado y ponen el dedo en la llaga para doblarlos y obtener lo única concesión que les falta: permiso para realizar operaciones militares contra los cárteles en suelo mexicano.
La administración Trump sabe dónde apuntar y lo mismo aprietan con el fentanilo que con el huachicol. Tiene información de sus centros de inteligencia y agencias que, como cabía esperarse, siguieron operando en el país a pesar de las restricciones que les impuso López Obrador, el cual solo se ganó su animadversión.
Además, en las cárceles de Estados Unidos hay no pocos líderes de los cárteles que están llegando a acuerdos.
La acusación del Departamento del tesoro a dos bancos, Intercam y CiBanco, y, sobre todo, a la casa de cambio Vector,ligada a Alfonso Romo, pega muy cerca delexpresidente y señor de los acordeones.Lavar dinero de cárteles y servir a la compra de precursores del fentaniloes señalamiento serio.
Y, sin embargo, mantuvieron el periodo extraordinario que, por primera vez, se convocó sin tener los dictámenes para evitar que se conocieran con antelación y sacarlosfasttrack.
La militarización dio un salto.No solo formalizando el control de la Guardia Nacional, dándoles facultades de investigación, inteligencia y manejo de datos públicos y privados de la población, los invitaron a la fiesta. Ahora mandos militares en activo serán candidatos del partido oficial.
Con ello y sus funciones en aduanas, puertos, aeropuertos, así como en la construcción de obras de infraestructura y otras muchas tareas rentables, consolidan a las fuerzas armadas como pilar del régimen autoritario. Cualquier semejanza con Cuba, Venezuela y Nicaragua es mera coincidencia.
Podrán encarcelar a cualquiera en lo que hacen como que averiguan, teniendo fiscalías carnales, jueces de acordeón y prisión oficiosa. Y qué decir si se dan amplias facultades de espionaje.
Habrá nueva CURP con datos biométricos que será de uso obligatorio para trámites públicos y transacciones privadas. Interconectarán bases de datos en la Plataforma Nacional de Inteligencia que será consultada a discreción y que incluyecuentas bancarias que pueden congelar por simple sospecha. Se dieron la llave para acceder a lageolocalización en tiempo real, así como a la actividad delosteléfonoscelulares, sin permiso.
¡Quién lo dijera! “El país más democrático del mundo” se parece cada vez más a una dictadura bananera.