Teléfono rojo
La respuesta al título es afirmativa. Sólo hay que seguir las declaraciones públicas de los dueños de la industria turística local, incluyendo empresarios, académicos y voceros gratuitos de un conservadurismo rural parecido al que llevó a Trump a la Presidencia en Estados Unidos, cuando visita el puerto el turismo pobre.
Cada Semana Santa, cada diciembre, y ahora con el Acamoto, escuchamos y leemos estas expresiones aporofóbicas lamentables realizadas contra los que menos tienen, en uno de los estados más pobre del país.
Pero, ¿qué es la aporofobia? Acabo de descubrir el concepto que define muy bien este miedo del que he venido hablando en diversas publicaciones y que confundía con la xenofobia, que es parecido pero no es lo mismo.
El término aporofobia, acuñado por Adela Cortina hace más de 20 años, hace referencia, tal y como se recoge en su libro, “al rechazo, aversión, temor y desprecio hacia el pobre, hacia el desamparado que, al menos en apariencia, no puede devolver nada bueno a cambio”.
La catedrática de la Universidad de Valencia, en su nuevo libro Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia (Editorial Paidós) defiende “que no todos los extranjeros son tratados por igual ya que se recibe “con alegría” la llegada de turistas pero “parece que molestan los refugiados e inmigrantes”.
Esto es algo que vemos y escuchamos en Acapulco a la menor provocación. Es molesto repetir los comentarios en redes sociales contra “estás hordas” , como el caso de los motociclistas que vienen del Valle de México y otros lugares, de diversos actores sociales y políticos, de izquierda y derecha en la entidad.
Algunos sectores del periodismo no hemos sido ajenos a esta conducta de exclusión propia de sociedades racistas e injustamente desiguales como la acapulqueña.
La profesora de Ética y Filosofía Política de la universidad española argumenta “que la aporofobia no sólo se limita a la persona en situación de pobreza económica, sino a toda persona que esté en una situación de vulnerabilidad. “En toda situación, hay personas que están muy bien situadas y otras que no lo están. Por ejemplo, el niño que sufre acoso escolar. Ese pequeño sufre aporofobia. Hay que tener una sensibilidad muy grande para ver quién es el desprotegido, el vulnerable, porque no en todas las situaciones es evidente”.
La argumentación siguiente bien puede aplicar para el caso acapulqueño que analizamos, pero también puede ser aplicado en otros lugares turísticos del país; nada más observen a los agentes que se encuentran en la industria local e ilustrará más esta conducta. Decía, el ejemplo español puede ser aplicado por analogía al contexto porteño, con el trato que damos al turista chilango, y el distinto, entreguista y colonizado al extranjero. Incluso los gobernantes, priistas y perredistas, se ufanan en decir que viajan al exterior en busca del jet set. Para reír pero así es.
“A los jeques árabes siempre se les ha puesto la alfombra roja cuando han visitado España, al igual que estamos encantados con que se formen colonias de ingleses y alemanes jubilados, pero no pasa lo mismo con los refugiados”, añade.
Desde este marco conceptual planteo el siguiente tema a los investigadores y estudiosos del turismo en Guerrero: ¿Es aporofóbica la sociedad acapulqueña? Hipotéticamente, por sus declaraciones y acciones, la burguesía cevichera sí.