Teléfono rojo
El maniqueísmo define culpas y responsabilidades. Los buenos pueden hacer lo que es reprobable en los malos porque la bondad exonera por principio. En ese mismo sentido, lo que hagan los malvados es necesariamente malo, aunque imiten a los buenos, porque la intrínseca maldad hace la diferencia. Ahí está la gracia de la superioridad moral: la inocencia se da por sentada.
Es verdad que tal discurso es ficción, pero le funciona al populismo como eje de su propaganda. Así no se molestan en refutar críticas con datos constatables y argumentos racionales, imponen epítetos a quienes las emiten; les basta con descalificarlos moralmente. Rigen las supuestas intenciones: nosotros queremos el bien y, por tanto, deben creernos, a diferencia de nuestros adversarios que buscan el mal y, por lo mismo, no se les puede dar crédito.
La trampa es evidente. El edificio retórico se construye desde la subjetividad. Dicha superioridad moral es autoasignada, apostando a que la repetición ad nauseam la convierta en verdad, pues ésta es entendida como percepción: no importa lo que es, sino lo que se cree. El objetivo es que la farsa se torne consenso social o, al menos, que las bases la sostengan con la fuerza de un dogma de fe y no requiera más demostración que los golpes propagandísticos que hacen alarde de honestidad, austeridad, heroísmo, valentía, compromiso con los más pobres, etc., tanto del líder como de su movimiento, aunque en realidad sean patrañas.
Luego surgen episodios difíciles de explicar. ¿Cómo es que algún malo de Malolandia se vuelve bueno y de naturaleza prístina de la noche a la mañana con solo cambiar de bando? Alejandro Murat era símbolo de corrupción por su gestión en el Infonavit hasta que decidió ser gobernador dócil y obediente al entonces presidente Andrés Manuel López Obrador, al grado que pagaron sus favores con una senaduría de Morena.
Lo mismo se puede decir de los Miguel Ángel Yunes, cuyos expedientes y órdenes de aprehensión que el régimen hizo públicas quedaron archivadas en cuanto el hijo se comprometió a votar a favor de la reforma judicial. El coordinador de la bancada oficialista incluso retó a golpes a opositores para defender el honor herido de su reciente adquisición, al que sus correligionarios le habían dirigido las peores acusaciones antes de su súbita conversión.
El camino del Infierno al Cielo es de ida y vuelta. Quienes eran un dechado de virtudes se vuelven villanos impresentables por atreverse a pronunciar una crítica al régimen, no digamos si abandonan el barco guinda. La calidad moral depende del lugar en el que se está, no de las acciones realizadas.
López Obrador agitaba un pañuelo blanco para anunciar el fin de la corrupción mientras entregaba como nunca, en número y monto, contratos sin licitar y ocultaba la información que por ley es pública bajo el pretexto de “seguridad nacional”. Los incentivos perversos del desfalco se incrementaron: mayor discrecionalidad y opacidad, por un lado, menos controles y contrapesos por el otro.
La reforma del Infonavit favorece la malversación de los ahorros al darle control al gobierno de esos fondos sin el consentimiento de los trabajadores y crear una constructora filial para canalizarlos; pero con señalar a los de antes por ser corruptos se otorgan a sí mismos un cheque en blanco. Se saben cubiertos. A pesar de los escándalos por entrega de dinero en sobres amarillos, tráficos de influencias y fraudes al erario, nada ocurre porque no hay rendición de cuentas; se cayó la Línea 12 con 26 muertos y no hubo un solo detenido. Está visto, los buenos son inimputables.
La secretaria de Cultura de la CDMX no ve conflicto de interés en asignar directamente un contrato por 12 millones al padre de una colaboradora de la presidenta Claudia Sheinbaum para recibir el año nuevo a ritmo de punchis-punchis en el Ángel. Los voceros del régimen señalan con dedo flamígero el nepotismo en el Poder Judicial por cargos obtenidos con examen de oposición, pero ignoran que familias enteras de la aristocracia obradorista entraron a la nómina por designación o instrucción a la mayoría legislativa. Es que a los buenos no se les puede juzgar con la misma vara que a los malos.
PD. Nos vemos por acá el martes 7 de enero. Feliz Navidad, felices fiestas, pásensela muy bien y que el 2025 les sea gratificante.