Sin mucho ruido
El viernes pasado se revelaron dos cifras sobre las que es muy oportuno aplicar una contextualización. Ese día se conoció que el número de guerrerenses muertos por el Covid-19, ascendía a 52. Esa cifra nos continuaba ubicando en la medianía de la tabla nacional por la pandemia.
La otra cifra que se conoció oficialmente ese día fue que durante el mes de abril, el total de homicidios dolosos ocurridos en el estado ascendió a 112, lo que representa una reducción de diez menos que el mes anterior, lo que en ese rubro significa que Guerrero sigue manteniendo una tendencia descendente.
La primera muerte registrada de un guerrerense por coronavirus data del 29 de marzo, es decir, a pesar de su morbilidad, vertiginoso contagio y propagación, lo que sigue agraviando a los guerrerenses es la violencia soterrada, atomizada, persistente y ahora pretendidamente disfrazada de “compromiso social”, es la violencia criminal.
No sé en otros estados, pero por eso es muy importante que en Guerrero la Mesa Estatal para la Construcción de la Paz, se haya transformado en la instancia coordinadora de las dos estrategias, la que lucha contra el fenómeno criminal y la otra, la que enfrenta el colosal desafío contra un enemigo que es invisible pero puede ser letal.
Son fenómenos, el de la violencia y el de la salud pública, radicalmente diferentes, pero no hay que soslayar que por lo menos hasta el mes pasado, la delincuencia organizada le sigue ganando al terrible virus, lo que significa que a los grupos criminales la cuarentena y la sana distancia los tiene sin cuidado. Seguramente piensan, y con razón, que en cualquier momento y por cualquiera de esas amenazas se pueden morir.
Y en este contexto, otro fenómeno. Sin duda, cuando hay un gobierno federal torpe, muy bueno para el discurso, pero medroso para la práctica, existen muchos listos que aprovechan los huecos que va dejando.
Eso está sucediendo desde hace semanas. Inició el Cártel de Sinaloa, del Chapo, en su zona de influencia, Sinaloa, con la entrega de miles de despensas y apoyos a familias pobres por las que AMLO se preocupa mucho, pero que por lo visto no reciben nada de su gobierno. Pronto, otros grupos criminales secundaron al CS, destacadamente el Cártel Jalisco Nueva Generación, que lo mismo ha hecho en Jalisco, Hidalgo, Veracruz, e incluso en Guatemala. Y también el Cártel del Golfo, Los Zetas y La Familia Michoacana.
Es decir, el crimen organizado comiéndole el mandado del clientelismo político al presidente. Lógicamente, hemos visto que el mandatario se turba y luce molesto con el tema, al grado que ya “regañó” a los criminales. Por supuesto, sabe que con ese tipo de acciones asistencialistas que tan bien conoce, se ganan las elecciones.