Teléfono rojo
El báculo del obispo
¿Por qué el Obispo Salvador Rangel Mendoza insiste desde hace varios años en imponerse como mediador de una pax narca en el centro y el norte de Guerrero?
La intervención de líderes religiosos en asuntos del Estado es un arma de doble filo. Si, pueden ser agentes de paz. Pero también de guerra. La historia universal, y la de México, dan cuenta de ello.
Don Salvador Rangel Mendoza puede ser un ciudadano constructor de paz, como cualquier otro, pero en esa calidad, la de ciudadano, ya que el Estado Vaticano no debe intervenir en asuntos que competen a las autoridades de otros Estados. Y menos repartir el territorio a los delincuentes.
Pero, para ser agente de paz se debe reconocer para qué existen y para qué sirven las normas, ya que solo así se entiende la importancia de respetarlas para vivir en comunidad. Por normas nos referimos a las establecidas constitucionalmente y no a las impuestas por los poderes fácticos, las cuales causan un daño a las personas y a la sociedad.
Y es que no es lo mismo mediar ante un movimiento social armado que reivindica derechos, como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, a hacerlo con criminales que asesinan, secuestran y extorsionan para obtener dinero y poder.
Por eso países como Colombia no han accedido a negociar la paz total con las organizaciones de narcotraficantes, que significaría amnistía. Solamente con la guerrilla.
En Guerrero tampoco se le aceptó a Salvador Rangel mediar en el anterior gobierno del PRI, ni en el actual de Morena.
Si el señor Obispo quiere ser mediador, debería negociar la entrega de los criminales a la justicia, no una simple pax narca que implica el reconocimiento del control absoluto de una región a una organización delictiva.
El mismo Rangel propuso en febrero de 2018 que se delimitaran territorios a los narcotraficantes.
Hace unos días dijo haber acordado con la Familia Michoacana que no asesinarían a nadie en Semana Santa en Taxco, y lo han cumplido. ¿Pero qué pasará después de esta temporada de dos semanas? Los acuerdos suponen el cumplimiento de compromisos adquiridos por ambas partes, ¿a qué se comprometió Salvador Rangel?
La Familia Michoacana (que también opera en Tierra Caliente y se ha expandido a la Costa Grande) es una de las cinco organizaciones delictivas con presencia en el territorio que abarca la Diócesis Chilpancingo-Chilapa. Comparte con La Bandera y los Tlacos la zona Norte de Guerrero.
En el Centro del estado, y en la nueva región de la Sierra (también parte de la Diócesis) operan los Tlacos (que se extendieron a la zona Norte), los Ardillos y Cárteles Unidos, según un mapa de Seguridad Pública difundido recientemente que da cuenta de la presencia de 16 grupos criminales en el territorio estatal.
Pero es la organización más visible porque se le atribuyen acciones de alto impacto como la masacre de 20 personas entre ellas el alcalde y su papá en San Miguel Totolapan, y el desplazamiento de comunidades enteras del municipio de Coyuca de Catalán en Tierra Caliente, hacia el de Petatlán en la Costa Grande.
Si de protagonismo se tratara el obispo Rangel habría hallado en la Familia Michoacana el grupo ideal para hacer ruido, como en el anterior gobierno lo hizo con otras organizaciones en la zona Centro del estado.
En 2017 fue señalado de haber recibido un anillo diamantado, un báculo y un pectoral de plata que le habrían obsequiado los líderes de los Ardillos, y existe un video en Youtube donde el prelado presume en una misa dichos objetos.
Año en el que presumía acercamientos con líderes criminales pero se negaba a atender a las familias de las personas desaparecidas por éstos en Chilapa, según acusaron en aquél entonces miembros de la masonería.
El báculo representa autoridad, por lo que es realmente significativo quienes le habrían dado el obsequio, aunque cinco años después pareciera que el báculo del obispo, y sus bendiciones, ya apuntan hacia otra organización, con el mismo objetivo, legitimar los narcoterritorios adquiridos a punta de bala y terror, dando el tiro de gracia al pacto social que se ha venido rompiendo desde hace 20 años en México.