Hoja verde
Segundo debate: nada cambia
Entre el primero y el segundo debate de los candidatos presidenciales las cosas cambiaron significativamente desde la perspectiva de la percepción, pero apenas en las encuestas. El 20 de abril, el Barómetro Electoral Bloomberg, un concentrado de encuestas alimentado día a día, daba un promedio de 46.6 por ciento a López Obrador, frente a 27.9 de Ricardo Anaya y 18.6 de José Antonio Meade. Ayer por la noche, con un corte al 15 de mayo, los candidatos estaban así: 46.1, 27.7 y 19.2 (Jaime Rodríguez Calderón tenía 2.8 y Margarita Zavala, aún incluida, 2.2).
Hace un mes el público vio a Anaya ganar el primer debate y vio el ensimismamiento y falta de preparación de López Obrador, pero la calificación del desempeño de ambos no produjo un acortamiento importante en la distancia entre el primer lugar y el segundo, y ya ni mencionemos el caso de Meade, anclado en un inamovible tercer lugar.
En el concentrado de Bloomberg no se aprecia ningún cambio relevante después del primer debate, pero algunas encuestas sí registraron cambios favorables en los números de Anaya. Por ejemplo, la publicada el 2 de mayo por el diario Reforma concede 48 por ciento a López Obrador, 30 por ciento a Anaya y 17 por ciento a Meade (3 a Zavala y 2 a Jaime Rodríguez). López Obrador conserva el mismo porcentaje que en abril, pero Anaya recupera cuatro puntos en esa encuesta, claramente resultado del primer debate. El Financiero, por su parte, en una encuesta publicada el 14 de mayo documenta una recuperación de dos puntos porcentuales para Anaya entre marzo y mayo (de 24 a 26 por ciento), da 46 por ciento a López Obrador y 20 Meade (tres puntos menos). De acuerdo con los datos anteriores, el buen desempeño de Anaya en el debate del 22 de abril apenas lo acercó un poco a López Obrador, sin que eso significara un estrechamiento real de la contienda, y en cambio su mal desempeño no hundió a López Obrador como pareció que podía ocurrir.
Hoy no parece que el segundo debate vaya a cambiar las cosas, ni un reposicionamiento de Anaya ni una caída de López Obrador. Es cierto que el candidato de la coalición Por México al Frente volvió a desplegar sus habilidades para debatir, pero esta vez no contó con el factor sorpresa. Es previsible que le vaya bien y hasta que suba un poco más en las siguientes encuestas, pero no tanto como para alcanzar al puntero. La confrontación que buscó entablar anoche el aspirante panista con López Obrador, particularmente a propósito de la inversión extranjera en la Ciudad de México durante el gobierno del candidato de Morena, lo exhibió bien informado y con dominio del tema; sin embargo, la audiencia ya esperaba eso, y al final no pudo articular un golpe serio.
Esta vez López Obrador sí respondió a algunos señalamientos. No lo hizo muy bien que digamos, y aun así dejó pasar acusaciones a las que debía responder (al ruin ataque de Meade contra Nestora Salgado, por ejemplo), pero algo respondió. No brillo en lo absoluto, pero algo respondió. De todos modos no pudo disimular López Obrador el fastidio que le causa acudir a estos debates, como tampoco pudo contener la molestia que le producen los ataques de sus contendientes, algo que debió controlar.
El candidato que, con debates o sin debates, de plano no tiene horizonte es José Antonio Meade. En la primera etapa de su campaña no le rindió pregonar su no priismo, y en la segunda no le rinde presentarse como priista. Nada le reportó el primer debate, y nada parece haber podido sacar anoche. Con un capital electoral de 17 o 20 por ciento de las tendencias, y sin la perspectiva de que esas cifras mejoren en el mes que queda de campaña, el candidato del PRI se dirige a una derrota segura.
Nada cambió anoche, pues. Esta vez Anaya no se llevó el debate. Lo que seguramente dirán los sondeos es que se lo llevó López Obrador, y por las mismas razones de la vez anterior: no se hundió. Lo que sigue en las próximas semanas será un espectáculo de negociaciones subrepticias y llamados al voto útil en favor de Anaya, con un resultado que ya difícilmente podrá ser la derrota de López Obrador. Si el PRI cede su voto cautivo a Anaya, como sin duda lo hará Margarita Zavala, ese capital no alcanzaría frente a la elevada ventaja que tiene el candidato de Morena. Sin embargo, dado el distanciamiento que existe entre el presidente Enrique Peña Nieto y Anaya, es más probable ya que ocurra lo que parecía ocurrir hace dos meses, una negociación entre López Obrador y Peña Nieto para facilitar la transición. Ya se verá.