Teléfono rojo
Aeropuerto, declinación y pactos en curso
El nuevo aeropuerto y las fabulosas sumas de dinero involucradas en ese proyecto parecen haber truncado –o suspendido por el momento– el acercamiento que habían desarrollado Andrés Manuel López Obrador y el presidente Enrique Peña Nieto, acercamiento del que existen numerosas evidencias públicas y que no podía tener otro objetivo que el de pactar el triunfo del candidato de Morena a cambio de tranquilidad para el mandatario saliente y su grupo político.
La renuencia del tabasqueño a dar marcha atrás en su posición de suspender la construcción del aeropuerto, que es lo que le pidieron explícitamente el propio Peña Nieto y el sector privado encabezado por el empresario más rico del país, Carlos Slim, avinagraron la conversación que por semanas habían tenido el candidato y el presidente, con mensajes y guiños enviados a la vista pública.
La sociedad pudo presenciar ese inédito intercambio de señales entre los dos sujetos con mayor poder político en este momento en el país, pudo ver cómo casi llegó a un término feliz y luego cómo se descarriló por culpa de un desacuerdo sobre la obra más cara emprendida en décadas. Si se juzga por la intensidad de su reacción y el acuerpamiento que experimenta con el poder político, es obvio que el sector empresarial no está dispuesto a perder esa codiciada gema. Ni siquiera el amago lopezobradorista de cancelar algunas de las reformas de Peña Nieto provoca tanto terror como la amenaza de cancelar la construcción del aeropuerto. De ahí proviene el cambio de estrategia ante López Obrador, que de interlocutor y potencial amigo de esos poderes hasta poco antes del primer debate, pasó otra vez a ser el enemigo público número uno, como en las elecciones de 2006.
Es por eso que la imposibilidad práctica de hacer ganar al candidato del PRI, José Antonio Meade, anclado en el tercer lugar de las encuestas, dio lugar a las especulaciones (y planes) en curso desde el jueves pasado, consistentes en provocar su declinación o, si eso no prospera, en abandonarlo a su suerte mientras los que controlan las estructuras priistas trasladan los votos que el candidato del PAN, Ricardo Anaya, necesita para alcanzar y rebasar a López Obrador (recuérdese que la mayoría de las encuestas registran una diferencia de diez puntos o menos entre ambos).
Una exclusiva obtenida por el diario La Jornada, publicada el viernes 27, puso al descubierto el giro que desde la iniciativa privada, presumiblemente con el aval de Los Pinos y las cúpulas del PRI, se pretende dar a la campaña de José Antonio Meade y por consecuencia a toda la elección. La información detalla que en una reunión los consejeros del grupo Citibanamex preguntaron al presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova, sobre el mecanismo de declinación de un candidato. En un encuentro de esa naturaleza, que seguramente representaba una porción considerable de la riqueza nacional, una pregunta de tal seriedad sólo puede reflejar la inquietud que se extiende entre el sector privado acerca de la previsible derrota de su candidato.
Esa noticia coincidió con las versiones sobre el desencanto que José Antonio Meade ha causado en las filas priistas y sobre la posibilidad de su reemplazo. Todo esto hizo que durante dos días, el viernes y el sábado, el candidato del PRI asumiera la ingrata tarea de desmentir el rumor de su declinación y tratar de afianzar su candidatura ante la opinión pública.
Con ese antecedente, el presidente Peña Nieto retomó el viernes el discurso contra el populismo, es decir, el discurso contra López Obrador que desde por lo menos dos años atrás había desarrollado y que en las últimas semanas había puesto en pausa mientras se producía aquel intercambio en lenguaje de señas con el candidato presidencial de Morena. “Políticas populistas e irresponsables destruyeron, en los años 70 y 80, el patrimonio que los mexicanos habían construido durante décadas”, dijo Peña Nieto ante los mismos consejeros de Citibanamex que preguntaron por la declinación. “Todos los aquí presentes conocen el impacto dañino de los modelos proteccionistas, de la excesiva intervención estatal y del manejo irresponsable de las finanzas públicas. Ejercicios como éste deberían multiplicarse porque son los que permiten realmente tomar a la ciudadanía un juicio objetivo, un juicio que no venga necesariamente del estómago, sino de la cabeza, con sentido de responsabilidad para nuestra nación”.
Con este discurso, el presidente no sólo avivó el fuego contra López Obrador e intervino en el proceso electoral, sino que puso de relieve la tragedia que vive el candidato del PRI estancado en el tercer lugar y ya sin posibilidades de ganar.
Llegados a este escenario, con un candidato puntero bastante lejos del segundo lugar y el candidato oficial relegado al tercer sitio, resulta lógico que los poderes económicos y políticos busquen aferrarse y vean en Ricardo Anaya un reemplazo natural, y por lo tanto presionen al PRI y al presidente Peña Nieto para poner en marcha una operación destinada a derrotar a López Obrador. El único problema que obstaculiza estos planes es la confrontación casi personal que distanció el año pasado a Anaya y Peña Nieto, y que dio lugar a la persecución que la Procuraduría General de la República emprendió en marzo pasado contra el candidato del PAN para tratar de desplazarlo del segundo lugar. Más allá de eso, Anaya muy bien habría podido ser candidato del PRI, pues no hay en su programa ni en el ideario panista grandes diferencias con ese partido ni está enfrentado con el sector empresarial. El no se opone a la construcción del nuevo aeropuerto.
Así, pues, van a pasar algunas cosas antes de las elecciones. Es improbable que José Antonio Meade decline por el aspirante del PAN, pero sí es probable que paulatinamente las fuerzas del PRI reciban la orden de ir preparando un voto útil en favor de Anaya. Voto útil que podría llevar al candidato panista a la Presidencia. A menos que López Obrador y Peña Nieto reanuden su diálogo, en cuyo caso estaríamos en presencia de un pacto no muy diferente del que podría consumar el PRIAN.