Abatir la impunidad, la madre de todas las batallas
PAN-PRD, rara y disoluta alianza
Desde el punto de vista ideológico, la anunciada alianza PAN-PRD para la elección presidencial de 2018 carece de sustento, y política y estratégicamente responde primordialmente a los intereses del partido blanquiazul, particularmente a los de su dirigente nacional, Ricardo Anaya. Por el lado del PRD obedece a los planes del jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Angel Mancera, quien pretende sin éxito forjarse una imagen de “independiente” y convertirse así en candidato de un frente ciudadano.
Sin embargo, la realidad es que el único que ganaría con esa coalición es el PAN, el partido fuerte y predominante de esta unión, mientras que al PRD le estaría reservada una exigua posición secundaria como la que tuvo en las alianzas del año pasado en Quintana Roo y Veracruz, por mencionar dos estados en los que participó junto al PAN.
Decimos Mancera porque es público que él es el poder detrás de la dirigencia nacional perredista, formalmente a cargo de Alejandra Barrales. El objetivo del jefe del Gobierno capitalino es ser el candidato de esa alianza, pero si cree que el PAN le cederá la candidatura presidencial, peca de ingenuo, tiene en sobreestima su fuerza o simplemente quiere pasarse de listo. El PAN busca los votos que el PRD pueda transferirle, pero es obvio que no tiene la menor intención de ceder la candidatura ni es previsible un escenario en el que se vea presionado a hacerlo.
En rigor, dada la amplia diferencia de fuerzas entre el PAN y el PRD, esa posición secundaria es lo único a lo que puede aspirar el perredismo al establecer esa alianza, lo que al final podría significar su dilución en el cuerpo panista.
El PRD está acabado electoralmente. La encuesta más reciente le adjudica al PRD solamente 6 por ciento de la intención del voto en el 2018, mientras al PAN le asigna 23 por ciento y a Morena 24 por ciento (el PRI aparece con 13 por ciento). (El Universal, 15 de abril de 2017). En vista de esta clase de datos, junto al imparable éxodo de militantes que se produce del PRD hacia Morena, podría ocurrir que el PAN se cuestionara más adelante si le resulta conveniente aliarse con un partido que sencillamente se desmorona con el paso de los días.
En consecuencia, estas tensiones de fondo podrían matar esa alianza en los próximos meses, antes incluso de que empiece el proceso electoral del próximo año. Al que la iniciativa hiere ya, y gravemente, es al PRD, por el hecho de que su presidenta haya acordado una alianza con su par del PAN en condiciones discrecionales y sin siquiera realizar consultas internas, y porque el proyecto contradice sus principios partidistas. La suspicacia y el rechazo con que de inmediato fue recibida por líderes perredistas la iniciativa de Alejandra Barrales y Ricardo Anaya da indicio de los obstáculos que deberá enfrentar en el PRD.
Los cuestionamientos hechos públicos por algunos dirigentes perredistas el mismo sábado en que los presidentes el PAN y del PRD anunciaron su intención de ir en alianza en el 2018, parten además del contexto de las elecciones en el estado de México. De acuerdo con Ricardo Anaya y Alejandra Barrales, el objetivo del frente PAN-PRD sería “sacar al PRI” del poder. Ante ello, Andrés Manuel López Obrador expresó la pregunta que salta a la vista: “si quieren sacar al PRI, ¿por qué quieren esperar hasta el 2018? ¿Por qué no ahora en el estado de México?”
En efecto, en los liderazgos del PRD parece estar presente esa misma pregunta sobre por qué no activar una alianza de facto en el estado de México para “sacar al PRI” del gobierno en los comicios del 4 de junio. Si no con Morena, cuya candidata disputa el primer lugar en las encuestas con el candidato del PRI y sería la opción lógica para el PRD, con el PAN, pues si uno de estos dos partidos hiciera declinar a su candidato haría competitivo al otro en el último tramo de las campañas.
La explicación de que el PAN y el PRD hayan anunciado una alianza para la elección presidencial pero no para la elección mexiquense radica en que a ninguno de esos dos partidos le preocupa realmente que ahí gane el PRI, sino que no gane López Obrador en el 2018, una posibilidad que todo mundo supone crecería si Delfina Gómez triunfa en esta contienda. O más precisamente, no quieren que sea Morena el que saque al PRI, ya sea en el estado de México o en el país. Se concluye de ese criterio que mientras no sea López Obrador el que gane, al PAN y al PRD no les importa que el PRI se mantenga en el poder. Esta no es la posición de la militancia del PRD, pero sí la de Mancera, y para el caso también la de los gobernadores perredistas de Tabasco, Arturo Núñez; de Michoacán, Silvano Aureoles, y de Morelos, Graco Ramírez, quienes el jueves pasado se reunieron para discutir estos asuntos y declararon su apoyo a una alianza del PRD con el PAN en los mismos términos dados a conocer por Alejandra Barrales y Ricardo Anaya.
De concretarse, el frente PAN-PRD se convertiría en el 2018 en el tercer partido en disputa, el PRD absorbido y en la práctica disuelto por el PAN. En teoría ese hecho alteraría las actuales tendencias en favor de López Obrador, pero esa historia todavía no está escrita.
La base de la decisión anunciada por Alejandra Barrales es el resolutivo del XIV Congreso Nacional del PRD, realizado del 18 al 20 de septiembre del 2015, en el cual se aprobó la política de alianzas con el PAN para propósitos específicos y “excepcionalmente”, según advierte el documento. El PRD votó por “alianzas electorales más allá de la izquierda y de las fuerzas progresistas” cuando era evidente su declive, y en un intento por recuperar capital electoral legalizó la práctica de sumarse como rémora al PAN.
Aquel resolutivo también dispuso que estas alianzas (con el PAN) debían adoptarse en aquellos estados donde se presentara “la necesidad de precipitar la alternancia de gobierno”. Y contradictoriamente, señaló también “la necesidad de debilitar el voto conservador y limitar el margen de maniobra política de la derecha”. El PRD tenía la posibilidad de precipitar la alternancia en el estado de México y debilitar el voto de la derecha, el voto panista. Pero los intereses de quienes mandan en ese partido ordenaron otra cosa.