Sin mucho ruido
Monreal, una gran fisura en Morena
Es sorprendente la incapacidad mostrada por Andrés Manuel López Obrador para reaccionar ante la inconformidad de Ricardo Monreal después de que la virtual candidatura a la jefatura de gobierno en Ciudad de México le fuera concedida a Claudia Sheinbaum. Pese a la notoria opacidad con la que fue decidida esa candidatura, no parecía posible que el proceso terminara en una ruptura entre el delegado de Cuauhtémoc y el líder de Morena, pero así fue.
La ruptura finalmente se produjo el miércoles de esta semana, mientras López Obrador se encontraba en Los Angeles, a donde viajó para presentar su libro Oye Trump. Y el hecho de que ayer por la tarde Monreal haya enviado un mensaje público a Morena desde el templete de un mitin realizado en la explanada de la delegación confirma el abismo que se abrió entre él y el dirigente de su partido. Ya no se hablan. O ya no le hablan.
No se conocen elementos suficientes ni de la encuesta ni del proceso interno desarrollado por Morena para designar a su candidato en Ciudad de México, pero indudablemente es el hermetismo que prevaleció en todo ese proceso lo que originó el conflicto Monreal-Morena. Para el caso, pudo haber sido la encuesta más escrupulosa o la más limpia, y sin embargo resulta imposible establecerlo. Y aunque Morena quiso remediar su error haciendo público el estudio, lo hizo demasiado tarde. Por esa razón Monreal aparece a ojos de los espectadores como la víctima de una trampa. Quizás lo fue.
Durante una semana, entre el momento en el que se anunció que Claudia Sheinbaum sería la candidata de Morena y el día en que Monreal anunció que sería candidato con Morena o sin Morena, ni López Obrador ni nadie de este partido consideraron oportuno tender un puente de comunicación con Monreal, un hecho inusitado en la política, que se hace hablando. Con ello construyeron el camino, que no existía antes de este episodio, para que Monreal se convierta en candidato del frente que desde hace tres meses proyectan el PRD y el PAN para las elecciones del próximo año.
Quizás no importaría tanto que ocurra lo anterior, si no fuera porque eso significa un enorme boquete, un socavón en la carrera presidencial de López Obrador. Podría suceder lo que se habría pensado imposible, que dos integrantes de Morena se disputaran el gobierno de la capital con siglas diferentes, en cuyo caso Monreal tendría posibilidades reales de ganar si es postulado por el PRD y el PAN (y en una de esas hasta por el PRI). Y si este escenario se hiciera realidad, López Obrador, el precandidato que hoy tiene la mayor ventaja en las encuestas para el 2018, probablemente perdería en la capital del país, posición sin la cual dudosamente ganaría la Presidencia.
En el telegrama público enviado ayer a López Obrador, el jefe delegacional le propuso reponer la encuesta o realizar una consulta abierta a la ciudadanía para decidir quién debe ser el candidato a la jefatura del gobierno. Y aunque dijo que no se prestará como caballo de Troya para hacer daño a Morena ni abandonará al partido, lo cierto es que ese daño y su salida ya se ven inevitables. Si esa era realmente su posición, entonces carecía de sentido hacer pública su inconformidad y abrir el conflicto. No hay forma de que su solicitud sea aceptada. López Obrador no va a acceder a su propuesta, pues eso le significaría verse sometido por Monreal.
Es perceptible que el objetivo de Monreal es agudizar el conflicto y hacer imposible cualquier arreglo. Si no fuera así, no hubiera mencionado ayer también que cinco partidos le han ofrecido la candidatura que Morena no le concedió. Si esas invitaciones se concretan, y Monreal se mantiene en su postura, ya hay un frente antiMorena en Ciudad de México y un agujero en las aspiraciones presidenciales de López Obrador.