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MOCHITLÁN, Gro., 2 de febrero de 2017.- El dolor y la tristeza se apoderó de familiares y habitantes de la localidad de Chacotla, en este municipio de la zona Centro del estado, en el funeral de cuatro de las seis personas secuestradas que fueron asesinadas y tiradas sobre la carretera Mazatlán-Lagunillas.
La música de chile frito sonó en todo el camino que comunica al pueblo, ubicado a 10 minutos de la localidad de Mazatlán, municipio de Chilpancingo. El poblado es aparentemente tranquilo y sus habitantes de pocas palabras, pero regresan el saludo a pesar de estar invadidos por el miedo.
El pasado lunes, un convoy con hombres armados irrumpió por la noche en su comunidad. Llegaron a los domicilios y dispararon con armas largas, saquearon pertenencias, entre oro y otras cosas de valor.
Asimismo se llevaron a ocho personas, incluidas dos mujeres y un menor de edad, de los cuales seis fueron encontradas asesinadas a balazos, el miércoles sobre la carretera.
La música de chile frito no cesaba, tampoco los llantos de dolor que se escuchaban en el interior del domicilio de una de las víctimas. En la iglesia había otros dos cuerpos. La misa se llevaba a cabo y por igual, las miradas eran de alerta.
En el panteón el panorama era aún más triste. Del pueblo al camposanto hay que recorrer una brecha de difícil acceso en auto, así que la gente en el camino recomendó caminar.
A las 14:30 horas ya sepultaban a una de las víctimas. En la entrada del panteón había ciudadanos de esa comunidad vigilando la entrada. El lugar es pequeño, las mujeres usan reboso y los hombres en su mayoría traen huaraches cruzados.
Ya adentro del camposanto, uno de los familiares aceptó hablar ante reporteros. Con voz entrecortada narró que el multihomicidio fue un hecho trágico, en donde los atacantes se excedieron. “Hubieran dejado a los chamacos, ellos son gente de bien, llegaron disparando y gritando que nadie saliera, eran como 40, todos con armas largas”, dijo.
Reprochó que las llamadas al teléfono de emergencias 911 fueron en vano, dado que nadie llegó a ayudarlos, y más que eso, los dejaron abandonados. Culpó al dirigente de la UPOEG, Bruno Plácido Valerio y a los comunitarios de esa organización, de este trágico suceso en el cual, dijo, los vieron de civiles y sin uniforme.
Entre el dolor y la indignación, reprochó que las víctimas eran unos niños. “El que la debe que la pague, pero ellos eran unos niños”, agregó. Además denunció que los siguen amenazando, como cuando les pidieron dos millones de pesos para entregar a los secuestrados, algo que no pudieron pagar. “Estamos jodidos, de dónde”.
Con lágrimas en los ojos, explicó que aparte de los seis jóvenes, también se llevaron a su esposa, con otra mujer, y posteriormente las liberaron. Consideró que Chacotla ya no será igual sin Gabriel e Ismael, que eran hermanos, sin Juan e Isaías, también hermanos y otros dos hombres de Mazatlán, Chilpancingo, que dicen no conocer.
Comentó que el pasado lunes se recordará como una fecha trágica para ellos, porque nunca habían vivido la desgracia, la desesperación y la impotencia de esta forma. Ante lo cual, exigieron al gobierno hacer su trabajo para no permitir que los que se presentan como comunitarios vuelvan a actuar de esa manera.