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Médula
En una inusitada declaración de mea culpa el presidente Peña pide perdón a los mexicanos por la “casa blanca”.
Este gesto, al que los líderes de oposición catalogan de demagógico y teatral, es para el presidente, el inicio de la limpieza que está decidido a emprender en contra de la burocracia nacional, empezando con los gobernantes priistas corruptos, que con sus acciones y omisiones, escribieron la debacle del 5 de junio.
Simultáneamente, el lunes 18 de julio, promulgó las leyes secundarias que le darán vida al Sistema Nacional Anticorrupción para tener el instrumento legal que le permita a las instancias de justicia actuar en consecuencia.
Son acciones concatenadas, perfectamente diseñadas desde las oficinas del primer mandatario, que iniciaron con la designación de Enrique Ochoa, candidato único a dirigir el tricolor, personaje carente de fogueo político, pero a la vez sin compromisos con ningún grupo político, más que con el principal activo del priismo nacional del que recibirá línea directa de las acciones a desarrollar de ese instituto político, desmejorado y deslucido ante la opinión pública, pero que el presidente Peña Nieto está decidido a fortalecer desde su encumbrada posición.
El placeo de Ochoa por todas las entidades del país tiene el propósito de recoger de los ciudadanos sus más sentidas quejas en contra de los mandatarios estatales y/o funcionarios federales que han hecho poco caso de los problemas que les duelen día a día. Seguramente, empezará (para enviar el mensaje que las cosas van en serio), por los casos más sonados de gobiernos corruptos de la dupla Duarte en el manejo nada escrupuloso de los programas sociales cuyos dineros han sido ejercidos en total opacidad.
Por eso el presidente Peña se deshizo del fardo de la “casa blanca” para tener manos libres y actuar como juez y no como inculpado, lo que le restaría autoridad moral. Ahora solo nos preguntamos: ¿Cuando los auditores de la federación encuentren desfalcos y desvíos de recursos en alguna dependencia federal o gubernatura, bastará que los involucrados también pidan perdón? No lo sabemos.
Lo que sí es previsible es que el mandatario Peña Nieto no está dispuesto a que su partido pierda la silla en el 2018. Por ello, hará, en lo que resta del sexenio, todo lo que esté a su alcance para recuperar la confianza del respetable, sobre todo una estrategia sería empezar a socavar la confianza ciudadana en el más aventajado aspirante de la oposición, con base al infierno que están viviendo los venezolanos. Lo demás es pan comido.