Foro político
Nuestro presidente perdió la estatura política mostrada a principio de su administración, me expresó un decepcionado priista, que al igual que muchos han ido perdiendo la credibilidad en el primer mandatario.
Esperanza y fe lo acompañaron desde su candidatura, continuó diciendo, pensaron que el país iba llegar y sostenerse en la cima del crecimiento económico y del empleo, sino pleno, cuando menos capaz de absorber a los cientos de miles de profesionistas que las universidades paren cada año; que los índices de inseguridad disminuiría de golpe y porrazo y que el mar de la pobreza iba a tener un sabor menos salado.
Pero nada de esto sucedió, al menos, no lo suficiente que baste para apaciguar la hoguera del malestar social. Si bien las políticas públicas se han enfocado a favorecer a la población más pobre en materia de salud o educación y en seguridad pública el gobierno ha destinado cuantiosos recursos, en la práctica estos esfuerzos no han producido avances sustanciales, los cuales lucen desproporcionados con relación a las rimbombantes declaraciones en medios de comunicación electrónicos e impresos.
No obstante, lo que más indignó a casi toda la sociedad mexicana fue la reciente visita de Trump y el tímido “reclamo” de Peña Nieto por las ofensas proferidas a connacionales y la amenaza de la construcción del muro. El grueso de la población considera que el trato del mandatario al personaje de marras fue como una genuflexión del jefe de estado mexicano y una humillación para México.
Además, el hecho evidencia, por una parte, la fragilidad del presidente Peña que a estas alturas sus niveles de popularidad están en el piso, y por la otra, refleja la profunda fractura interna de su gabinete, donde cada actor se cree relevante para aspirar a sucederlo, y esta carrera de galgos presidenciables repercute en el desorden institucional que afecta cada vez más a la base de la pirámide social, donde casualmente se encuentra la población más vulnerable, que hoy demanda un estado fuerte que lo proteja dentro y fuera del territorio nacional.
¡Qué desencanto, terminó diciendo mi interlocutor!