
Teléfono rojo
La apostrófica María
La nueva película de Pablo Larraín, titulada María e interpretada por Angelina Jolie, ofrece un acercamiento a cómo pudieron haber sido los últimos días de quien es considerada la mejor soprano de la historia. Esta película, al igual que las otras dos de la misma serie de Larraín (Jackie, protagonizada por Natalie Portman, y Spencer, con Kristen Stewart), retrata a su protagonista en un estado de tristeza y desolación. En lugar de enfocarse en la excepcionalidad de una mujer recordada por dejar sin palabras a su público, se centra en su deshumanizante relación con Aristóteles Onassis (interptretado por Haluk Bilginer) y en la enfermedad que le arrebató tanto la voz como la vida.
Ordenemos las ideas:
Tomando en cuenta que hacer una película sobre una figura tan reconocida nunca es sencillo, era crucial que la actriz estuviera a la altura del personaje que iba a representar. Jolie es una gran actriz y está comprometida con lo que otros (me excluyo) consideran el papel decisivo de su carrera. Tomó clases de canto y entrenamiento para hacer un buen playback; es decir, se involucró. Sin embargo, esta necesidad de Larraín de explorar a la leyenda más allá de su mito me parece un recurso que no logra cautivar al espectador. Desde el principio, no vi a Callas; vi una buena interpretación de Jolie pero su rostro pulido y rasgos finos no cuadraban porque creo que parte de la personalidad determinante de Callas residía en la belleza de su rostro: grandes ojos maquillados con un cat eye característico (que poco vi en Jolie) y una prominente nariz que aportaba a su rostro una gran seguridad. Ese detalle, para mí, fue opacado.
Ya sabemos que Jolie es hermosa, y verla en pantalla es siempre disfrutable, pero Callas era hermosa de una manera distinta, y eso era parte de lo que la hacía única. Creo que ese es un recurso importante que Larraín decidió descartar al priorizar retratar a María como una mujer que vivía por y para la ópera, que era todas las divas que interpretó y, al mismo tiempo, ninguna. Una mujer perdidamente enamorada de un hombre que no era digno de ella y que, al perder su voz, se sintió completamente sola y perdida.
Callas está atiborrada de medicamentos a los que se ha vuelto adicta. Es necia y vive en una gran mansión acompañada de su preocupado mayordomo (Pierfrancesco Favino) y su ama de llaves (Alba Rohrwacher ), quienes la cuidan y procuran en todo momento. Les pide que muevan el piano de la ventana al salón, del salón al estudio; que preparen comida que no llega a comer; y discute con ellos sobre los medicamentos y las indicaciones del médico. Estos personajes son representados como las personas más cercanas a Callas, quienes se preocupan profundamente por ella, la cuidan incansablemente y, finalmente, son quienes la encuentran sin vida.
Callas se reúne con un reportero (Kodi Smit-McPhee) al que le relata detalles de su vida, incluyendo su relación con Onassis, marcada por su deshumanizante amor, y las alucinaciones que sufre tras la muerte de este. También habla de la traición que sintió cuando él se casó con Jackie Kennedy, así como de sus reflexiones sobre la vida, los sueños y los fracasos. En un intento por reconectar con su talento, acude a un escenario para trabajar con un pianista que intenta ayudarla a recuperar su voz. Sin embargo, su médico le informa que esto nunca será posible.
Larraín toma la historia de una mujer exitosa y la lleva al cine de una forma que podría considerarse ¿desafiante? Hablar del sufrimiento de las mujeres no me parece nada novedoso, sino un escenario común. Parece querer decirle al espectador: “Mira cómo los ricos también lloran”. Pero encuentro insensible que una mujer que sufrió tanto por perder su voz no tenga ni un solo momento de digna representación, en el que se perciba con felicidad y orgullo a la intérprete de ópera más reconocida de todos los tiempos.
La tristeza parece estar íntimamente ligada a la feminidad en su narrativa. Somos las mártires de nuestras propias historias. La película de Jackie trata sobre la viuda de un presidente asesinado, mientras que Spencer aborda la permanente historia de infidelidad de Carlos y cómo esto incluso le desencadenó un trastorno de la conducta alimentaria (TCA), finalmente bulimia.
Es más, cuando pienso en Diana, por ejemplo, y en cómo el cine y la televisión se han encargado de recordarnos incansablemente su TCA, no puedo evitar preguntarme (guiño a Carrie Bradshaw) si tenía las muelas podridas debido a los ácidos del estómago. A veces me pregunto si, en algún momento, esa mujer fue feliz o si acaso tuvo una sonrisa genuina, aunque fuera breve.
Larraín retoma de forma perturbadora el relato de que la madre de Callas incluso intentó prostituirla, utilizando este hecho como recurso narrativo para conectar su voz con un escape de los desastres de su vida.
Quizás debido a la repetida representación de las mujeres como hermosas tragedias, no logré conectar con esta película tanto como me habría gustado. Sin embargo, debo reconocer que Angelina Jolie podría ser una vía idónea para acercar a una nueva generación (como la mía o incluso una más joven) que desconoce el pasado de esta apostrófica artista. En ese sentido, quizá Larraín se gane un punto extra: la historia no contada —la parte de felicidad y éxtasis— queda en manos del público, que tendrá que decidir si estudiar o indagar más allá de lo que se muestra en pantalla.