Tiempo de lluvia
Acapulco: unidad, identidad y futuro
Donde hay unidad, siempre hay victoria.
Publilio Siro (siglo I a.C.) Escritor y poeta Latino, de origen sirio.
El municipio de Acapulco no es solo un espacio en el mapa; es un ícono de la identidad mexicana, un pilar del turismo internacional y el corazón de quienes, como yo, tuvimos el privilegio de nacer, crecer y construir nuestras vidas en este pedazo de paraíso. Como hotelero, restaurantero, expresidente de la Asociación de Hoteles y Empresas Turísticas de Acapulco (AHETA) y académico, he dedicado mi vida profesional y personal al desarrollo de esta ciudad. Por eso, me resulta imposible quedarme en silencio ante la propuesta de dividir nuestro municipio en dos entidades: una que abarcaría Acapulco Diamante y sus comunidades rurales, y otra que correspondería a la Bahía de Acapulco y su zona rural.
Esta idea, que algunos defienden bajo argumentos administrativos y de autonomía, carece de una comprensión profunda de la esencia de Acapulco y las consecuencias de fragmentar lo que, por su propia naturaleza, es indivisible. Dividir Acapulco no resolverá los problemas que enfrentamos; por el contrario, los agravará. Y no solo desde una perspectiva administrativa, sino también económica, social, cultural y hasta histórica. Hoy más que nunca, es necesario reflexionar sobre los riesgos que implica esta propuesta y defender la unidad de un municipio que, como una obra maestra, solo puede ser apreciado en su totalidad. Acapulco ha sido, desde tiempos inmemoriales, un punto de encuentro. Desde su época como puerto clave del recorrido de la Nao de China, hasta su consolidación como el destino turístico más emblemático de México en el siglo XX, nuestra ciudad ha sido un crisol de culturas, un puente entre continentes y un espacio donde la modernidad y la tradición conviven. Dividir este municipio sería desconocer su historia y debilitar su proyección internacional.
El éxito de Acapulco como destino turístico, económico y cultural ha residido siempre en su capacidad para presentarse como un todo. No existe “Acapulco Diamante” sin la mística de la Bahía; tampoco la Bahía puede sostenerse sin el atractivo complementario de Diamante. Somos un destino integral, una mezcla perfecta que ha permitido a Acapulco reinventarse y mantenerse vigente en un mundo cada vez más competitivo. Separarnos sería como arrancar el corazón de un cuerpo vivo, pretendiendo que las partes funcionen por separado.
Desde el punto de vista empresarial, dividir Acapulco no solo sería un error estratégico, sino un retroceso. La promoción turística que realizamos a nivel nacional e internacional no distingue entre sectores; vendemos una experiencia única que incluye todo: el lujo de Diamante, la tradición de la Bahía y la riqueza natural y cultural de nuestras áreas rurales. ¿Cómo podríamos seguir promocionándonos con la misma fuerza si nos fragmentamos en dos entidades administrativas con intereses divergentes? La fuerza de Acapulco radica en su unidad, y cualquier intento de dividirla solo debilitará su marca, afectará su competitividad y pondrá en riesgo miles de empleos que dependen del turismo.
Más allá de los argumentos económicos, la división de Acapulco tendría consecuencias sociales profundamente negativas. Como acapulqueño, conozco de cerca las desigualdades que existen en nuestro municipio. Tanto las comunidades rurales como las urbanas enfrentan retos históricos en materia de pobreza, educación y acceso a servicios. Sin embargo, dividirnos no resolverá estos problemas; solo los profundizará.
En el contexto de la división propuesta, ¿qué pasará con las comunidades rurales que ya enfrentan rezagos? Separarlas en dos municipios con presupuestos distintos y prioridades conflictivas no hará más que aumentar su marginación. ¿Qué pasará con los servicios públicos, la infraestructura compartida y los proyectos de desarrollo social? ¿Cómo garantizaremos que las zonas más vulnerables reciban la atención que necesitan si la administración se fragmenta y se pierde la visión integral?
Dividir Acapulco no es una solución, es un pretexto para evadir responsabilidades. Lo que necesitamos no son más fronteras internas, sino una política pública robusta que aborde las necesidades de cada sector, fomentando la equidad y la inclusión dentro de un municipio unido.
Acapulco es más que un territorio; es una identidad. Es la sonrisa del vendedor ambulante en la playa, la hospitalidad de sus hoteles, la calidez de su gente y el legado cultural que nos conecta con nuestra historia. Dividir Acapulco sería negar esta esencia. No se puede fragmentar una obra de arte sin destruir su valor, como no se puede partir una melodía sin romper su armonía.
La unidad de Acapulco no es solo una cuestión administrativa; es un tema de identidad y pertenencia. Es el reconocimiento de que, a pesar de nuestras diferencias, compartimos un mismo destino. Como decía mi abuelo, “Acapulco no solo es donde vives, es lo que eres”. Y yo, como tantos otros acapulqueños, me niego a aceptar que esa identidad sea dividida por líneas imaginarias que solo servirán para separarnos.
Hoy, más que nunca, debemos reflexionar sobre lo que está en juego. La división de Acapulco no es solo una cuestión técnica o política; es un ataque directo a nuestra historia, nuestra economía y nuestra identidad. Como empresario, académico y, sobre todo, como acapulqueño, hago un llamado a quienes tienen el poder de decidir: no fragmenten lo que la historia, la naturaleza y la gente han unido.
Acapulco es uno. Y así debe seguir siendo. Por nuestro pasado, por nuestro presente y por el futuro que dejaremos a las generaciones que vienen. Un Acapulco dividido es un Acapulco debilitado. Un Acapulco unido es, y siempre será, invencible.
Recordemos que solamente Juntos, Logramos Generar: Propuestas y Soluciones.
JLG