Hoja verde
Acapulco-México. Una revisión histórica. Tercera parte
Los nativos de América[1], son seres raros y únicos: duermen tranquilos en medio de crujientes volcanes, viven pobres en medio de incomparables riquezas y se alegran con música triste.
Alexander von Humboldt. Polímata alemán (1769-1859).
En reciprocidad a la falta de atención por parte de España, se menciona en ese entonces que la vida de Acapulco giró en torno a los intereses de los americanos y no tanto de los peninsulares. La estúpida negativa de mantener en las mejores condiciones posibles la vía produjo consecuencias; una de ellas y tal vez la más importante es que generó un notable movimiento comercial que se canalizaba fuera de la legislación y la inspección o en redes de corrupción política.
El estado que guardaba el camino de Acapulco hacia la ciudad de México, tuvo fuertes repercusiones en lo que sería el desarrollo económico del lugar. Imaginemos ahora, que, si esto era lo que sucedía en un camino real, ¿cómo serían las condiciones en los caminos secundarios de menor importancia? Con los cuales Acapulco tenía conexión, como se aprecia en el siguiente texto:
[…] A Acapulco también se allegaban caminos menores que lo comunicaban con Puebla, ciudad en la que se elaboraba todo el bizcocho para consumo de la tripulación del galeón durante la travesía del tornaviaje, con distintas poblaciones de Oaxaca y con pueblos y ciudades del altiplano que, a través de Zacatula, lo conectaban con los caminos de tierra adentro. Todo ello facilitaba la concurrencia de los comerciantes novohispanos a la feria del puerto y hacía accesible el tránsito de mulas y recuas que, cargadas de plata y mercancías, abarrotaban todos los años, de diciembre a mayo, la rutas que conducían a Acapulco (Yuste, 2012: 221).
A principios del siglo XIX, poco antes del inicio de la gesta independentista, don Mariano Galván hizo la descripción del camino que parte de la ciudad de México a Acapulco, esto fue en el año 1810 y fue realizada, de dar tips, con la idea de que el trayecto de las 104 leguas (poco más de 502 kilómetros) distribuidas en doce días se transitaran de manera cómoda y descansada. De la misma manera que Humboldt, comentó:
a) cada uno de los poblados que llegó (San Agustín, Ajusco, Huichilaque, Cuernavaca, Temixco, Alpuyeca, Juchitepec, San Gabriel, Mescala, Zopilote, Zumpango, Chilpancingo, Peregrino, Tierra Colorada, entre otros);
b) la distancia que existe entre cada uno de los poblados;
c) recomendó a qué hora emprender el viaje, dónde comer y dormir; y
d) asimismo, advirtió que el viajero podía ser asaltado (Oteiza, 1973: 165 y 166).
Así que, como vemos en el inciso d, desde entonces luchábamos contra mala prensa, aunque hay que decirlo, era la realidad que imperaba en la época, es por la frecuencia y la violencia con la que se comportaban los salteadores de caminos en la época, que, en la constitución de 1917, uno de los pocos delitos que se castigaban con la pena de muerte, era el de salteador de caminos.
Ahora bien, si las condiciones de los caminos eran malas al final de la época virreinal, poco después de la independencia, eran peores, por razones muy simples, el movimiento armado dañó el sistema vial; además de que no se contaban con los recursos financieros para su mantenimiento, la productividad del país, por consiguiente, se vio disminuida.
Al término de la Independencia en México, otro medio de transporte tomo impulso para transitar los caminos de nuestro México: la diligencia. Este servicio, en un principio, estuvo a cargo de norteamericanos.
La primera línea de diligencias se estableció en el año 1830 y recorría el trayecto entre el puerto de Veracruz y la Ciudad de México, cruzando Jalapa. Posteriormente la línea la compró el español Anselmo Zurutuza, quien creó un sistema para interconectar algunas ciudades de provincia.
De ellas, funcionaba regularmente el servicio en el primer tramo que conducía hasta nuestro querido Acapulco, específicamente el trayecto de México a Cuernavaca, en ese entonces el precio del pasaje era de $6 (seis pesos); las diligencias partían de la ciudad de México, los lunes, miércoles y viernes, en punto de las 6 de la mañana.
A mediados del siglo XIX, la nación se vio en la necesidad de crear instituciones cuyo objetivo fuera la administración, mantenimiento y construcción de los caminos. Se formó la Dirección General de Colonización e Industria, que se encargó en un principio, entre otras funciones de la construcción y reparación de caminos.
Años después, se constituyó la Secretaría de Fomento que tenía como función dedicarse a los caminos. Afortunadamente ya se habían dado cuenta de la necesidad y las ventajas de una mejor comunicación, por lo que …ya en 1842 se observa cierta disposición del Gobierno para formalizar la construcción de caminos, al crear un cuerpo civil de Ingenieros de Caminos, Puentes y Calzadas. (Enciclopedia Mexicana del Turismo, 1970: 81- 84).
La historia de la comunicación de Acapulco, seguirá avanzando hasta llegar al siglo XX, como lo detallaremos en los siguientes artículos, afortunadamente, poco a poco, se daban cuenta, que finalmente, solamente Juntos Logramos Generar, Propuestas y Soluciones.
JLG.
[1] Refiriéndose a los hoy Ecuatorianos, durante su visita a la entonces Audiencia de Quito, en 1802.