Hoja verde
Acapulco-México. Una revisión histórica. Cuarta parte
“La cosmovisión más peligrosa es la de aquellos que nunca han visto el mundo.”
Alexander von Humboldt. Polímata alemán (1769-1859).
Nuestro Acapulco, desgraciadamente, perdió impulso con la guerra de la Independencia, el comercio con Filipinas, se detuvo. Sin embargo, se señala que, en el puerto, para el año 1825 entraban y salían embarcaciones de otros países, lo cual indicaba su reactivación del movimiento marítimo (Busto, 2015).
Pese a esa relativa bonanza económica en el puerto, el camino, era un desastre, don Lucas Alamán (integrante del poder ejecutivo en el triunvirato de la última semana de 1829) comentó en 1823, siendo Ministro del Interior y de Relaciones Exteriores, en la junta que gobernó, a la caída del Imperio de Iturbide, que el camino, se hallaba en el más decadente estado y que por falta de reparaciones había parajes intransitables hasta para la arriería (Alamán citado por Ortiz, s/f: 1252).
Para el año 1848, Acapulco se convirtió en una fuente de abastecimiento de carbón para la compañía naviera Pacific Mail Steamship Company. La motivación, por la cual dicha empresa se fijó en Acapulco fue la siguiente: si no fuera porque todavía desemboca aquí el antiguo camino de la montaña que viene de la Ciudad de México, y su ubicación intermedia entre San Francisco y Panamá, y su excelente puerto, no hubieran motivado a la Pacific Mail Steamship Company a dejar que todos sus vapores hagan escala aquí y también en parte, se aprovisionen.
La posición geo-estratégica que tenemos en Acapulco nos ha sido de suma importancia en nuestro desarrollo como puerto y centro urbano, otro de los factores competitivos con los que siempre ha contado, es el camino que lo une con la ciudad de México, pese a las condiciones en que se encontraba. De igual manera, es necesario mencionar que otro elemento presente en el camino, en esos años, será el bandolerismo. Cabe mencionar que para el año 1858 la población de Acapulco era de 23.634 habitantes, pero solamente unos cuantos radicaban de manera permanente en el puerto. La primera inversión, que llevó a cabo el gobierno federal significativa, fue en los años 1868-1869 cuando el Congreso de la Unión formuló el presupuesto de egresos y destinó “una importante suma algo mayor a 1 200 000 para la apertura y conservación de estas vías terrestres” (Enciclopedia Mexicana del Turismo, 1970: 84).
Estos recursos no fueron suficientes para mejorar el camino de Acapulco con la ciudad de México, Friedrich Ratzel (2009: 70) en 1874 llevó a cabo dicho trayecto y escribió lo siguiente: […] pasando por Chilpancingo y Cuernavaca, el camino habitual de Acapulco hacia la capital conduce en dirección bastante recta hacia el este a la Ciudad de México y requiere, según la rapidez que se pueda atribuir a los animales y el buen estado de los caminos, de un viaje de ocho a doce días. Este camino es una vía estatal (un Camino Real, como se dice aquí en recuerdo de los tiempos del Virreinato español), pero uno no debe imaginarse por él una carretera como las que hay en los países civilizados. Se trata tan sólo de un camino de herradura, que está un poco mejor conservado que los caminos de tierra que en las montañas, llevan de pueblo en pueblo.
En el año 1877 el camino de Acapulco a la ciudad de México era de 511 kilómetros que había de distancia entre México a Acapulco, sólo 39 eran transitables para vehículos. El resto (472), nada más servían para el paso de animales de carga. Para rematar, el camino era tan estrecho, como puede apreciarse en esta cita: si la desgracia hace que el viajero se encuentre con otro que venga en dirección opuesta, no sabe cómo pasar, pues hay veces que a un lado del camino se presenta un voladero y por el otro un acantilado, en cuyo caso necesita apearse de la cabalgadura y hacerla retroceder como mejor sea posible, para que así pueda pasar el otro (Laguerence citado por Miranda, 1991: 91).
Durante todo el siglo XIX no existieron en Acapulco vehículos de ruedas. Por lo tanto:el medio de transporte más común eran los burros, incluso ya entrado el siglo XX (Busto, 2015: 286).
En el período de gobierno de Porfirio Díaz, se intentó llevar el ferrocarril a Acapulco, partiendo desde la ciudad de México o desde Veracruz. Fueron otorgadas algunas concesiones, no pudieron concretarse, por la dificultad que presentaba atravesar la Sierra Madre del Sur, así como por la falta de liquidez y recursos financieros. Se pudieronconstruir, en diez años, 292 kilómetros de vía, desde la ciudad de México hasta orillas del río Balsas (Miranda, 1991: 92).
En 1910 cuando el presidente de México, Porfirio Díaz inauguró la carretera Iguala-Chilpancingo. Dicha carretera fue construida teniendo el auto en mente, el cual llegó al país en el año 1895, el piso natural fue recubierto con macadam (piedra machacada y arena aglomerada), al tiempo que fueron reforzados los puentes débiles y poco anchos. También se aplicaron normas apropiadas, de seguridad en materia de pendientes y curvas. El proyecto era continuar el tramo Chilpancingo-Acapulco, otra vez, ahora la fatídica segunda transformación, (la Revolución Mexicana) detuvo el proyecto. Finalmente, el tramo quedó concluido, dentro de la carretera Acapulco-Ciudad de México, inaugurada en 1927 (Benítez, 1928: 9).
Por su parte Taibo& Vizcaíno (1983: 17) comentan que Acapulco a principios del siglo XX era rehén de tres casas comerciales. Éstas eran dueñas de la mayor parte del transporte por recua de mulas. El problema fue, que impidieron en incontables ocasiones la construcción de la carretera México-Acapulco, sobornando a los ingenieros y técnicos que el gobierno central comisionó para informar sobre las posibilidades de construirla. Ello con la intención de seguir incrementado su riqueza a costa del aislamiento que vivía el puerto. Dicha situación no fue descrita por José Benítez, pero en lo que sí está de acuerdo es que por varios siglos las peripecias que se vivían en el trayecto seguían siendo las mismas. Para 1917 Acapulco tenía una población que no superaba los seis mil habitantes (Taibo& Vizcaíno, 1983). Me recuerda, el bloqueo que sufrió el tren, en épocas contemporáneas, por parte de algunas compañías de autotransportes terrestres.
Posteriormente a la Revolución Mexicana se logran cambios en cuanto a la organización y administración de caminos en el país. No obstante, para llegar a Acapulco desde la ciudad de México era una odisea, como se da cuenta en las siguientes líneas: había que viajar durante una semana. Primero en ferrocarril hasta Iguala y, desde allí, a caballo hasta Acapulco (Bronember citado por Santamaría, 2002: 57). Nuestra relación sobre el camino México-Acapulco, harán una pausa en diciembre, por las festividades decembrinas, seguiremos saliendo cada semana, pero escribiremos sobre otros temas, la quinta entrega de esta interesante visión histórica, será retomada en 2022. Recordemos que solamente Juntos Logramos Generar: Propuesta y Soluciones. JLG.
http://tzintzun.iih.umich.mx/num_anteriores/pdf/tzn14/camino_mexico_acapulco_xix.pdfAcceso el 15/12/2021.