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Médula
Guerrero, pobre, marginado y en llamas.
Así se llama el mensaje que la Conferencia del Episcopado Mexicano que dio al país a principios de este 2023, el penúltimo del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, quien se topo con una Iglesia muy activa y a la ofensiva para detener la violencia en México.
Y como piadosos, y no quedar mal ante su fe, también hicieron un llamado a la “conversión y arrepentimiento a quienes causan sufrimiento y muerte”, aunque deberían ser mas estrictos con ellos. Ese llamamiento se leyó el 30 de enero de este año en todas las iglesias, parroquias y catedrales. Y CONTINÚA SU VIGENCIA.
La Iglesia católica no se quedó en el llamamiento, sino que sus cardenales, arzobispos, obispos y sacerdotes llamaron a pedir un alto a la violencia y por la paz el pasado 20 de junio a las 15 horas, haciendo sonar, teñir en todas sus parroquias, iglesias y catedrales sus campanas. Lo que nos recuerda la historia, los teñidos se han utilizado para llamar a la lucha, que no se nos olvide.
Frente a la violencia, la Iglesia está en movimiento y en especial los jesuitas -que tienen espíritu de rebeldía humanista, siempre han estado con los marginados, explotados y reprimidos – están criticando justamente al régimen, por verse superados o de plano en complicidad. Sobre todo cuando sufrieron en carne propia los asesinatos de los padres, ya ancianos, César Joaquín Mora y Javier Campos Morales, “El Padre Gallo”.
Continúan exigiendo justicia, al asesino, José Noriel Portillo, “El Chueco” (si es que es él) lo ajusticiaron los propios sicarios, la ley ajena.
El Episcopado nos dijo que los obispos “nunca se cansarán de invocar la paz tal como lo han hecho, en tantas ocasiones, en las últimas dos décadas” y mas vale que el régimen y las instituciones incluyendo Ejército y Marina, no lo olviden.
Después de ese llamamiento, los arzobispos y obispos de todo el país fueron a El Vaticano a finales de abril y julio donde le dijeron al Papa Francisco,-que conoce bien la situación política y social de México- la gravedad por la que pasa el país ante el narcotráfico.
Fueron tres encuentros entregándole por escrito un informe sobre la violencia cotidiana e inseguridad en cada obispado, que comprende al país en su conjunto.
Antes de los viajes, el arzobispo de Morelia, Carlos Garfias Merlos, al que conocí en Guerrero con la misma actitud de luchador por la paz, en pocas palabras sintetizó el contenido de esas cartas: el crimen organizado ha avanzado tanto hasta tener control de ciertas partes del territorio nacional y colusión con autoridades de todos los niveles de gobierno.
El obispo emérito de Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel fue mas concreto y en la estupenda entrevista del 24 de julio que le hizo Ricardo Castillo de Quadratín Guerrero, expuso las complicidades de los grupos narcotraficantes con parte de la clase política de todos los partidos y de los gobiernos tan solo en Guerrero.
Se podría reafirmar lo que se denuncia constantemente, que los grupos del crimen participan en las elecciones poniendo candidatos, dinero o ambos.
Sigue la iniciativa tomando las palabras del Papa Francisco: “Que sean cada vez más numerosos quienes, sin hacer ruido, con humildad y perseverancia, se conviertan cada día EN ARTESANOS DE PAZ. Y que siempre los preceda y acompañe la bendición del Dios de la paz.”
Es decir a convertirse en -soldados- artesanos por la paz, con y sin los gobiernos, pero sí con la sociedad.
Ojala y así sea.
PUNTO Y APARTE: ¿Y si los grupos del narcotráfico con ese poder de armamento, estructura paramilitar, y lo más importante BASE SOCIAL, de repente adoptan posturas políticas, de izquierda, populistas o hasta de derecha, como la llamada “Autodefensas Unidas de Colombia”? Pregunta hipotética: ¿En cuánto tiempo tomarían al país?
Ellos ya controlan lo que quisieron hacer los guerrilleros socialistas de los años 60 y 70, aduanas, carreteras y sus casetas, caminos vecinales, puertos marítimos, aeropuertos y pistas de aviación y repito, lo más importante BASE SOCIAL.