Sin mucho ruido
Los triunfos (y derrotas) se construyen
Las elecciones intermedias son siempre marcadas por la estrategia de estructuras partidistas.
La pregunta obligada es: ¿cuántos de los partidos participantes se aplicaron a fondo para ello? Pocos, muy pocos sería la respuesta.
¿Cómo puede un partido político que debería ser vanguardia de la legalidad, la ética y la moral pensar que las inercias federales lo pueden beneficiar, cuando realizaron un proceso interno desastroso, caótico, mercantilista, vergonzoso y torpe?
El poder se tiene y se usa para avanzar, no para retroceder. ¿Quieres fracasar? Coloca a tontos con poder.
Cualquier tonto con poder ejerce nepotismo, amiguismo, compadrazgos. Esas lacras de la política, no son exclusivas de los partidos de la derecha o centro, también de las izquierdas.
Los procesos internos de los partidos políticos son la radiografía de un diseño de triunfo o fracaso.
En Morena, el derecho de la militancia y los externos no se resolvió con la justa medida de darle la oportunidad a quienes desde la militancia construyeron estructura, ni a quienes desde lo externo pudimos llevar como candidatos, para competir con ellos en lugares de fuerte presencia opositora.
Se hizo todo para perder en Morena. La única esperanza de muchos es que exista voto masivo. ¿En realidad en 2018 hubo voto masivo? Sí, pero sólo para AMLO.
De lo obtenido por AMLO en 2018, a lo obtenido por las 16 presidencias municipales de Morena, hay una diferencia de casi 700 mil votos. ¿A dónde se fueron esos votos?
No podemos aceptar la dedocracia interna de unos cuantos y los emplazamos a esperar resultados, para cobrar facturas internas.
Por eso muchos militantes han expresado: ¡Voto masivo en lo federal, pero voto razonado en lo local!