Sin mucho ruido
Striptease del PRI y sus tres poderes
En tiempo de Adolfo López Mateos, nacido (oficialmente) el 26 de mayo de 1908 en Atizapán de Zaragoza, Edomex, que feneció el 22 de septiembre de 1969, quien fue de los más decentes presidentes que tuvo el PRI (1958-1964), con todo y sus orígenes un poco raros, se estableció la figura de “legisladores plurinominales” para que el PRI no se viera tan “partido de Estado” como era, y los partiditos nuevos pudieran sentirse con representación en el Congreso. Pero después de hecho, los “dueños” de los partidos que fueron creciendo otorgan de dedazo los puestos a sus consentidos.
Y la neta, se ha estado ordeñando al paupérrimo pueblo de México, a través del Poder Legislativo, pagando a diputados y senadores “plurinominales”, cuatro de cada 10 entre mujeres y hombres, que no elige nadie más que el dedo de su partido. Son los consentidos de la mafia de cada partido. Los que sin hacer campaña pasan a ser “nuestros representantes”. En total 200 diputados y 32 senadores. Estos son en suma “los consentidos” del capo de cada partido. Ningún ciudadano real ha votado por ellos.
Entre los más conocidos “pluris” que por esa vía patinan eternamente de un puesto a otro, Cámara o Senado, están los connotados priístas Manlio Fabio Beltrones, Jesús Murillo Karam, Emilio Gamboa Patrón y Carlos Romero Deschamps. ¡Linda gente, como se ve!
“Entre más votos a diputaciones federales y senadores obtenga un partido, también obtendrá más lugares para legisladores plurinominales”. Así están las cosas.
El número exacto de curules (asientos en el Congreso) surge de una fórmula: el total de la votación efectiva —la votación total, menos los votos nulos y los votos de partidos que perderán su registro— entre el número de curules a repartir. Los dos partidos con el mayor número votos “remanentes” después de la asignación, obtienen los escaños restantes.
“En el caso de la Cámara de Diputados, el número de curules se ajusta para que todos cumplan con los límites por ley, no puede haber más de ocho por ciento de diferencia entre porcentaje de curules y la votación obtenida, pero hay un tope: no pueden tener más de 300 diputados —por cualquier principio— por partido. Los lugares asignados a cada partido son después distribuidos entre las cinco listas regionales, con un máximo de 40 diputados por circunscripción. En el caso del Senado se sigue un proceso similar, la principal diferencia es que al existir sólo una lista nacional, el proceso de asignación no considera votos por circunscripción y sólo se seleccionan 32 senadores por la vía plurinominal. En el Senado el PAN obtuvo en 1812 nueve escaños, entre quienes estaban Ernesto Cordero y María Luisa Calderón Hinojosa…
“Cada partido promueve una lista de candidatos plurinominales diferente a la que postula la coalición. Es decir, el Partido 1 (P1) tiene una lista de candidatos plurinominales distinta a la que promueve la coalición en la que participa. Por lo que ahora los ciudadanos podrán votar por un solo partido —aunque participe en una coalición—. Si sólo se marca la casilla de ese partido, su voto sólo cuenta para el partido en cuestión y no para la coalición que integra.
Al concluir las votaciones, se realiza un cómputo de todas las combinaciones de partidos para cada coalición y se reparten en partes iguales.
Es decir, si una coalición está formada por tres partidos: P1, P2 y P3; cuando se marcan en la boleta sólo los partidos P1 y P2, este voto se suma a las otras boletas con la misma combinación (aquellas que también marcaron P1 y P2) y esta suma se divide entre ambos partidos en partes iguales.
Por ejemplo, si los partidos P1 y P2—integrantes de la misma coalición— obtienen 100 boletas, a cada una le corresponderán 50 votos. Si fueran tres partidos de la misma coalición, a cada partido le corresponderá 33 votos. A cada partido se le suma los votos de las diferentes listas y así se sabe cuántos votos recibe cada partido”.
Si mal no entiendo, se están poniendo “todos contra Morena” por estos y otros detalles del siempre sospechoso Poder Legislativo.
¿Y EL PODER JUDICIAL?
Los amigos abogados juran y perjuran que es el “menos peor” de los tres poderes, pero los propios jueces se están ocupando de desdecirlos. Son muchos los que en las redes sociales aparecen en fotos chilleteando con toda su familia, amigos y hasta las nanas de sus hijos, por el bajón de los sueldos y ellos no quieren asumir, aunque se pretende lograr ahorros, ya que tan alto porcentaje de los mexicanos sufre la miseria que otros partidos hicieron “progresar” en las décadas neoliberales. Pero lo que es realmente inconcebible es lo que denota su argumento en sí es vergonzoso y ni cuenta se dan: “Nos veremos obligados a ROBAR, si nos bajan el sueldo”.
Ese chantaje inmundo no es digno de una persona que ocupa un puesto en el que debe otorgar lo máximo y lo mínimo que pretende un ciudadano de a pie: JUSTICIA.
Un juez que revela tan cínicamente su venalidad debería ser objeto de cese inmediato del puesto que hoy ocupa. Alguien que piensa así no es un juez al que alguien le pueda tenerle confianza.
Y si la ¿futura? secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, ex ministra de dicha Corte tampoco se da cuenta y apoya dicho argumento, pues estamos fritos.