Teléfono rojo
MILITARIZACIÓN DESDE CALDERÓN.
¿Ahora quieren legalizarla Peña Nieto y Calderón?
“Más de 121 mil muertos, el saldo de la narco guerra de Calderón: La guerra contra el crimen organizado durante el sexenio de Felipe Calderón dejó un saldo de 121 mil 683 muertes violentas, según datos dados a conocer hoy por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Inegi. MÉXICO, D.F. 30.7.2013”.
Se sabe que entre Calderón y Peña Nieto hubo muchos inconfesables arreglos. ¿Y ahora habría otro para que Peña Nieto pueda librarla apoyado en las Fuerzas Armadas?
Lo primero que hizo el “haiga sido como haiga sido”, cuando lo instaló el PRIAN en el PODER, fue vestirse de soldado y jugar al gran general del Ejército Mexicano. También a su hijito lo vistió igual. Y muy pronto inició la Guerra Gringa que le ordenó cínicamente en Mérida su jefe George W. Bush, que llegó en tamaño acorazado, ante el escándalo de los yucatecos.
Por supuesto ya decidido a ser “general”, Calderón no tuvo empacho sino gran entusiasmo en organizarle, en enero de 2007, a un mes de entrar a Los Pinos, a su entonces jefe George W. una supuesta “guerra contra el narco” por la que le pagarían los gringos 2 mil 64 millones en 10 años. Pero en enero de 2017 a TRUMP le pareció demasiado y sólo aceptó dar un moche de 129 millones a Peña.
Nunca ha terminado esa guerra de Calderón como era de esperarse porque les conviene a los del otro lado por diversas razones, la primera el grandísimo negociazo, abierto y siempre defendido, de su sacrosanto derecho a la libre venta de armas. Es la médula de todo en el superbusiness de las drogas. A ese respecto, los que mandan son ellos, aquí y en todas partes. Les pertenece el negocio como vengo diciendo en el vacío por lo visto, desde que publiqué en 1991 el libro La otra Guerra de las Drogas, con información privilegiada que me dio la Procuraduría General de la República. Me llamó el entonces procurador Álvarez del Castillo y me la entregó, así de simple.
A lo largo de año y medio estudié uno a uno los temas y los personajes involucrados hasta que salió el libro en que todo quedó demostrado y para cuya presentación Editorial Grijalbo había rentado un inmenso salón en San Ángel, de moda: iba a llegar México y medio. Pero no fue así. En esa semana Raúl Salinas de Gortari directamente le pidió mi cabeza a Excélsior, mi periódico entonces, y el gran público que me había seguido durante ocho años en ese diario, no se presentó a San Ángel. ¿Coincidencia?
Salvó el acto Jesús González Schmall, con el que trabajé con otros serios políticos en un libro que debía llamarse sólo EL PRIAN, palabra inventada por el inteligente hombre de izquierda, Luis Sánchez Aguilar, que sería asesinado por uno de los famosos tráileres; “El PRIAN, partido bicéfalo”. El partido ese está vivo hasta la fecha, lo hizo el propio Carlos Salinas y su amigo “la ardilla de Los Pinos”, Fernández de Cevallos. El libro de Grijalbo se llamó finalmente El Prinosaurio, para englobar la revuelta chiapaneca. Incluye la historia de El PRIAN. Y finalmente yo misma edité en Libros del Sol un PRIAN. Ya lo copiaron varios.
LOS GRINGOS Y SUS GUERRAS.
En aquel 1989 no tenían guerra los gringos, “el mejor negocio de Estados Unidos”. El secretario de la Defensa (le llaman), Dick Cheney ya no tenía quehacer ni fuente de ingresos a su medida. Ya había caído la URSS. Necesitaban otra guerra institucional “por el bien” y volvieron a la guerrita que Nixon inventó años atrás. Había que revivirla. Esa guerra contra los malos, los productores no los consumidores. Los orientales los mandaron por un tubo, pero México está junto. Sus empleados, los capos, cargarían con la gran culpa (y mucho dinero) y México pondría los muertos y la reputación de país nefasto. Mientras tanto, el enorme consumo de drogas en USA crecería y crecería. A la par que México se iría destruyendo y el crimen en nuestro país parecía no importarles a los políticos de uno y otro lado del río Bravo.
MILES DE MUERTOS
Vestido de militar, Calderón rinde “tributo” a las fuerzas armadas
Ordena a efectivos no desfallecer en la lucha contra el hampa; tendrán alza salarial sustancial, promete en Apatzingán, Michoacán. El presidente espurio realizó su primera actividad pública de 2007 en esta entidad el 3 de enero. A diferencia de sus antecesores, Calderón portó desde el principio indumentaria militar en una ceremonia a la que tradicionalmente otros presidentes acudían vestidos de civil. Con chamarra y gorra militares, Felipe Calderón empezó el año rindiendo tributo a soldados, marinos y policías. Dijo al iniciarse 2007 que “han logrado detener el avance de la delincuencia en la primera fase de los operativos de seguridad, no desfallezcan en esta tarea”. En 34 días de gobierno, esa era la quinta reunión que el mandatario espurio sostuvo con elementos de base de las fuerzas armadas, lo que marcó el inicio de su administración. ¿De quiénes eran las órdenes? Vean la reseña de ese primer acto “militar”, por favor:
El gobernador perredista Lázaro Cárdenas Batel lo recibió con un agradecimiento “por las operaciones emprendidas contra el narcotráfico”, y aprovechó para hacer un reconocimiento público al general Audomaro Martínez, ex jefe de seguridad de Andrés Manuel López Obrador, quien estaba presente como uno de los mandos de la Operación Conjunta Michoacán.
Poco después de las 8 de la mañana, Calderón llegó al aeropuerto de Uruapan ataviado como si fuera soldado, con gorra de campo que lucía un escudo con cinco estrellas y chamarra de color verde olivo y pantalón beige. Luego se dirigió a Apatzingán, donde encabezó una ceremonia de saludo a la Bandera frente a las tropas y firmó el libro de visitantes distinguidos de esta zona militar.
Fiel a la disciplina militar, efectivos de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI), elementos de la Policía Federal Preventiva, marinos y militares que lo esperaban en el comedor fueron instruidos para dar la bienvenida a su invitado. “Vamos a suplicar a todos que cuando llegue el señor Presidente aplaudan”, les dijeron, y luego los apuraron a tomar sus lugares en el comedor con un “¡rápido, jóvenes. Muévanse, muévanse!”.
Flanqueado por los secretarios de la Defensa, Guillermo Galván, y de Marina, Mariano Saynez, Calderón señaló que iba a “tributarles” un reconocimiento. “Vengo hoy como comandante supremo a reconocer su trabajo, a exhortarlos a seguir adelante con firmeza, entrega y a decirles que estamos con ustedes”.
Una vez que los operativos de seguridad de esta administración se extendieron a Baja California, declaró que su gobierno está decidido a recuperar la paz, no sólo en esas entidades, sino en toda región de México que esté amenazada por el crimen organizado.
Aunque reiteró que la lucha no es tarea fácil ni será rápida, pues tomará mucho tiempo e implicará enormes recursos de los mexicanos, incluso la pérdida de vidas.
Luego de que el Congreso de la Unión aprobó un incremento de 24 por ciento en el gasto destinado a seguridad respecto al de 2006, repitió que los miembros de tropa y marinería recibirán un incremento salarial “sustancial”, pero no aclaró en qué proporción.
En su discurso, mencionó rápidamente que se requieren nuevas leyes para que “ayuden a perseguir y encarcelar a los delincuentes, no que los salven del castigo que se merecen”.
Continuará…