Promueve Gobierno de Guerrero una cultura de paz en la entidad
ZIHUATANEJO, Gro., 18 de abril de 2024.- Este jueves se cumplen 10 años de aquel sismo de magnitud 7.2 con epicentro en Petatlán, pero que estremeció a municipios de la región Costa Grande.
Fue un 18 de abril de 2014, era el Viernes Santo de las vacaciones de Semana Santa, por lo que el destino turístico tenía una excelente ocupación hotelera.
A las nueve horas, miles de turistas ya abarrotaban las fondas, restaurantes, avenidas principales y acceso a playas; comerciantes transportistas, turisteros y prestadores de cualquier servicio ya sentían remunerada su economía, luego de haber pronosticada que las vacaciones de Semana Santa se esperaba una gran afluencia de turistas de muchos estados del país.
En los hoteles de Ixtapa los huéspedes ya hacían filas en los restaurantes para disfrutar del buffet, otros aún dormían mientras que algunos ya se preparaban para pasar el día de la mejor forma en la alberca, el mar o subiéndose al paracaídas o la banana.
El ambiente era ajetreado tanto para la gente local como para los visitantes.
Sólo pasaron 27 minutos después de las 9 horas cuando la tierra se cimbró. Comenzó en baja intensidad, pero en cuestión de segundos la sacudida aumentó al grado de ver los vehículos estacionados moviéndose de un lado a otros, además de los árboles, palmas y postes de luz.
Muchos de estos objetos cayeron, otros generaron cortos circuitos y fallas en transformadores que dejaron sin luz al destino turístico; el agua de las alberca se sacudían como olas de un lado a otro y el ruido de los vidrios quebrando era ensordecedor.
En Ixtapa, cientos de turistas salían despavoridos hacia las jardineras de la avenida principal, la mayoría salió con lo necesario para cubrirse o se reunían en las escaleras de hoteles como el Barceló y el Sunscape, que sufrieron daños en sus muros, el desprendimiento de láminas, plafones y desperfectos en sus líneas eléctricas.
Ante la escasa capacidad inmediata para atender la emergencia, no se daban a baso las ambulancias y paramédicos para atender las crisis nerviosas, principalmente de mujeres que se cubrían del sol a las 10 horas.
La mayoría se sentó en el camellón del Paseo Ixtapa; empleados de los hoteles salían con charolas con decenas de botellas de agua, fruta y pan para entregarlo a los huéspedes, quienes al reponerse del susto querían reingresar a sus habitaciones para sacar sus pertenencias y regresar a sus lugares de origen.
La negativa de trabajadores de seguridad para dar paso libre a los huéspedes a sus habitaciones, así como los daños que también sufrieron vehículos en los estacionamientos y la falta de internete y telefonía celular, género tensión.
Los turistas que un día anterior llegaron para disfrutar del fin de semana mayor, como pudieron sacaron sus maletas y abandonaron los hoteles con la preocupación de un posible tsunami o las réplicas que sí ocurrieron o del miedo de que se saliera el agua del mar, se fueron a estacionar en sus vehículos al mirador de Ixtapa.
En Zihuatanejo la histeria no fue menor, hubo derrumbes de tejabanes, grietas en viviendas y fue el último golpe que afectó la endeble y débil estructura del Muelle Principal. Al igual que en Ixtapa, turistas decidieron irse del destino por el temor de sus familias y de las posibles réplicas.
En el lugar del epicentro, Petatlán, la afectación más severa la recibió la Parroquia de San Pedro, donde se encuentra la imagen del Padre Jesús, misma que sufrió fracturas en sus torres y en los muros laterales y fachada, lo cual impidió que se efectuarán misas durante semanas, hasta su rehabilitación; el entonces gobernador Ángel Aguirre Rivero donó un millón de pesos para su reconstrucción.
Sin embargo, las alrededor de 100 viviendas que resultaron afectadas no recibieron totalmente el apoyo prometido por las instancias federales como en esos tiempos de gobierno priísta como la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) y la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu).
La mayoría de estas viviendas afectadas con cuarteaduras fueron derrumbadas o reconstruidas con recursos propios de los dueños y otras hasta hoy permanecen con los daños aún evidentes en su estructura y aun así continúan siendo habitadas.
Los daños siguen, ya que hubo sectores, como las escuelas, donde todavía no se terminan de cumplir con los compromisos de apoyo, lo que deja de manifiesto, por un lado el siempre presente espíritu solidario de la gente y por el otro el también siempre lento y burocrático actuar de las autoridades en este tipo de desastres.