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CIUDAD DE MÉXICO. 10 de febrero de 2022.- De los millones de espectadores que convocará el Super Bowl LVI, el próximo 13 de febrero, en nuestro país sólo 10 por ciento corresponderá a “una afición leal, fiel, ideologizada, entregada al futbol americano; el resto aprovechará el pretexto, llenará la sala y utilizará el día para hacer algo diferente”, consideró Alejandro Byrd Orozco, académico de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán.
Para el investigador y doctor en educación, el super tazón no es lo que parece: un gran evento deportivo. “Quienes lo disputan, ya no son personas, sino personajes y, en la cultura del espectáculo y mercantil que priva, se hace una gran suma de los desvaríos del capitalismo que nos envuelven. Es un acontecimiento que se vende por donde se le quiera ver, que se monta en un escaparate, que se abre a todas las culturas y posibilidades ciudadanas. Chicos y grandes se ponen playeras, gorras y se vuelve una parafernalia”.
En 2022, las entradas para el partido más importante de la National Football League (NFL) de los Estados Unidos, donde este año Los Angeles Rams recibirán en su casa –el Estadio SoFi de Inglewood, California–, a los Cincinnati Bengals, se elevó hasta alcanzar como precio mínimo los 154 mil pesos (general) y hasta los dos millones 150 mil pesos (en zona VIP). Además, se deben adquirir dos boletos como mínimo.
El año pasado se habían tenido las entradas más caras de la historia, cuando se pusieron a la venta sólo 14 mil 500 boletos de los 75 mil lugares del Raymond James Stadium, en Tampa, Florida, que alcanzaron un precio de hasta 45 mil dólares, es decir, alrededor de 940 mil pesos.
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