El agua, un derecho del pueblo
Es cosa de ver el espectáculo:
Miguel Torruco, secretario de Turismo, debe pasar varias veces el arco detector de metales porque se resiste a quitarse el cinturón y la chicharra suena y denuncia y nadie debe transgredirla.
De mala manera accede, pero al final pasa y los vigilantes le dan las gracias.
Olga Sánchez Cordero llega cual dama y vuelve a oírse la alarma.
Preguntan qué es.
-Revise, señora –le recomiendan.
Se despoja de sus pertenencias y tras varios intentos vuelve a fallar.
Lleva algún metal oculto.
Serán los aretes, algún anillo, el broche de la ropa, qué sé yo.
Repite una y otra vez el intento hasta la desesperación y los guardias le ofrecen la solución:
-La revisamos.
Entonces la paleta la hurga una y otra vez hasta certificar: sí, trae algunas joyas pero no ponen en riesgo al pasaje, así que puede pasar, le dicen.
La poderosa secretaria de Estado, en teoría responsable de la política interior del país y con plenos poderes sobre las autoridades estatales, sujeta a una revisión cualquiera.
¿Cuándo sucedió esto?
Antenoche, tras asistir al magno evento organizado por el gobernador Alejandro Murat Hinojosa en la firma de otra esperanza para la región más abandonada de México con el Pacto Oaxaca para el desarrollo de la región sur-sureste.
Cruzo información y certifico: nadie había visto a un secretario de Estado bajo los arcos detectores o escaneado por guardias privados.
Yo vi a dos.
ROSARIO A MERCED DE LA DOLORES
Eran otros tiempos con cuatro circunstancias:
Reinaba el cambio prometido por Vicente Fox, quien pedía darlo por muerto desestimaba las encuestas, ella era una reina con amor argentino y así se destaparon los videoescándalos.
Era el golpe mortal a las pretensiones presidenciales del entonces occiso en sus declaraciones.
Se exhibió a muchos:
A René Bejarano, esposa de Dolores Padierna pero sobre todo líder de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) y ex secretario particular de Andrés Manuel López.
Fajos y fajos de dólares para rellenar un portafolio, los bolsillos del pantalón, las bolsas del saco, las manos rebosantes en la salida apresurada de la oficina de Carlos Agustín Ahumada Kurtz.
Carlos Imaz, esposo de Claudia Sheinbaum y delegado en Xochimilco.
Gustavo Ponce Meléndez, puro en boca y mano en lúdico juego frente a las frenéticas máquinas del hotel Bellagio en Las Vegas con dólares entregados en una oficina de San Ángel.
Y así muchos más.
Ellos y una trama denunciada por el cercado tabasqueño con actores de primera línea: Carlos Salinas, Diego Fernández de Cevallos y otros políticos interesados en desbarrancar la candidatura del de Macuspana.
Eso fue entonces.
CARNICEROS AYER, RESES HOY
Hoy todo ha cambiado.
Aquel personaje salvó el desafuero por otras causas –violó un amparo por el predio El Encino-, está en Palacio Nacional y la justicia ha encaramado a un personaje pariente de los afectados en 2004.
No lo imaginaron Rosario Robles Berlanga y Carlos Agustín Ahumada Kurtz, hoy puestos ante la justicia de hoy –tiempo y forma no son pleonasmo- en condiciones de desventaja.
Nunca se imaginó Rosario estar en las manos de su archi enemiga Dolores Padierna, quien intentó ocultar el parentesco con el juez Felipe de Jesús Delgadillo Padierna.
La esposa de René Bejarano cuidó el sobrinazgo hasta verse cercada por los medios de comunicación, los rumores de venganza, las acusaciones de conflicto de interés
-Es hijo de mi hermana –aceptó finalmente ayer.
Y la circunstancia cambió, más allá del sustento legal con el cual está encarcelada su odiada Rosario Robles Berlanga y en espera del resultado del proceso.
Esto apenas inicia.