Teléfono rojo
Fernando Macías Cué y el triunfo de la audacia
Comunicador de políticos: Mancera, Gordillo…
Un autodidacta maestro en la nueva tecnología
Su inacabable jovialidad era una de sus virtudes.
Pero sobre todo, la audacia para enfrentar la vida con soltura desde la infancia, cuando su padre Arcadio Macías deseaba verlo triunfar.
Lo vio subir.
Fernando Macías Cué era así, despreocupado de sí y de todo, mientras le llegaba la oportunidad de escalar sin cambiar.
En enero de 1979 era auxiliar de redacción ─hueso en el argot periodístico de antaño─ cuando Fernando me recibió con una pregunta y cierta urgencia:
─¿Tienes tiempo?
─¿Para qué?
─Necesito que me acompañes a un trámite. Vamos ─me forzó.
En el camino hablamos de nada y de repente soltó: “Es aquí. Estaciona el coche y vamos”.
Entramos a un colegio de la Narvarte y cruzamos un patio, a ratos cancha deportiva, en ocasiones espacio de celebraciones escolares.
─¿Traes una tarjeta de presentación? ─me pidió la vistosa impresión en negro con fondo amarillo─. Dámela.
Entramos a la dirección de la preparatoria.
─Buenas tardes, señorita. ¿Está el director?
─Sí, ¿quién lo busca?
─José Ureña, del periódico unomásuno.
De inmediato salió el director con evidente azoro:
─Sí. ¿Qué se les ofrece?
─Bueno, en realidad él es José Ureña, pero vengo a recoger mi certificado de preparatoria.
La mandó buscar, mas luego salió el funcionario con una respuesta:
─¿Cómo pide un certificado, si sólo asistió 15 días a clases?
Fernando se burló de su propia broma.
El periodismo de antaño
Varias veces pidió narrar esa y otras anécdotas ante amigos.
Reíamos.
De aquel muchacho de 17 años salió un hombre hábil para la política, las relaciones públicas, la comunicación y para armar amistades por doquier.
Lo formaron grandes periodistas de mi generación: Marco Aurelio Carballo, Rafael Cardona, Abelardo Martín, Carlos Ferreyra, Raymundo Rivapalacio, Fernando Martí, Fernando Meraz, Guillermo Mora Tavares…
De todos abrevó Fernando Macías Cué y se hizo indispensable en aquella redacción, la del unomásuno original cuyo prestigio se perdió en el camino de tantas manos.
Con su audacia, su inteligencia y su habilidad se volvió referente de muchos políticos ─Julia Carabias, Elba Esther Gordillo y Miguel Ángel Mancera son unos cuantos─ y se disponía asesorar a varios candidatos.
Todavía daba órdenes cuando llegó el infarto.
Su propia premonición
Hoy lo recuerdo con dos escenas:
Una de diciembre cuando en Casa Bell habló de tener todo en orden “porque no sabemos cuándo nos toca, mi hermano”, y quería dejar a su familia asegurada.
Culminó su idea premonitoria:
─Mi esposa Gabriela está bien, Fernandito ahí la lleva y ya pagué la casa de mi hija Paulina en Querétaro.
Me dio más detalles, garantía de sus previsiones, y más adelante decidiría el destino de su casa en Cozumel:
Bueno para los negocios, no necesitaba venderla pero podría hacer algo con ese dinero sin dejar de trabajar porque “no pienso retirarme y seguiré divirtiéndome como me gusta”.
─Mucha diversión: no te perdías ningún torneo de tenis. Ahora porque la pandemia te lo impide…
─Mi hermano, es mi vida.
No volví a verlo aunque cruzábamos llamadas, la última el sábado pasado para comer con José Sánchez Navarro, “tentativamente el jueves”
Desde el lunes, cuando Ady García me dio la noticia, veo una y otra vez mi teléfono y releo su mensaje del lunes a las 9:39 de la mañana:
─Alo. Alo. Carnal ─acompañado de dos copas juguetonas y la silueta de un hombre de negro con bombín y saludo de inclinación.
Era la confirmación de la cita imposible del jueves.