Teléfono rojo
El azar al servicio de la guillotina. Fue un espectáculo grotesco y ominoso, girando una tómbola en el Senado decidieron a los cientos de magistrados y jueces que serán despedidos el próximo año. Más allá de los dos años de gracia para los “afortunados” que no salieron sorteados, la reforma judicial establece que todos perderán su trabajo sin haber cometido falta alguna, sin mediar procedimiento administrativo y sin derecho a apelar.
Tan atroz arbitrariedad que trunca proyectos de vida fue reconocida en el programa radiofónico de Ciro Gómez Leyva por el Dr. Bernardo Batiz, miembro del Consejo de la Judicatura propuesto por López Obrador, pero la justificó diciendo que “así son las revoluciones y ésta es pacífica”. Curioso que, quien salió del PAN con la bandera de preservar la doctrina de Gómez Morín, ahora sea un convencido de que El fin justifica los medios y sostenga que las injusticias cometidas son un precio aceptable para lograr el cambio histórico que anhelan los actuales revolucionarios. Ahí no hay un gota de humanismo, aunque tengan el descaro de reivindicarse como parte de esa corriente de pensamiento, pues es incompatible con sacrificar personas de carne y hueso, familias enteras, en nombre de la causa.
Pero, al margen de su incongruencia, Batiz tiene razón en que las revoluciones son cruentas y se llevan a muchos inocentes entre las patas. Dejan tras de sí huérfanos, viudas, daños económicos, abusos, robos, violaciones a derechos humanos, crímenes impunes y barbarie en forma de justicia por propia mano. Por eso al ex procurador del DF le parece un alivio que esta revolución, bajo el eufemismo de “cuarta transformación”, sea pacífica y, en ese sentido, haya menos daños e injusticias.
El error, sin embargo, es el mismo: considerar que vale la pena cualquier costo, sobre todo si los pagan otros, para llegar al poder y ejercerlo “en beneficio del pueblo”. Lo de menos es que esto último no se cumpla, lo que valen son las intenciones y que no regresen los que gobernaban antes, pues cómo van a soltar lo que consiguieron con tantos años de lucha. De una revolución no se sigue la democracia porque los ganadores siempre excluyen a los derrotados.
Traigo a colación un recuerdo pertinente. En un homenaje al gran filósofo marxista y pertinaz crítico del “socialismo real”, Adolfo Sánchez Vázquez, su colega y amigo Luis Villoro le preguntó: “¿No crees, Adolfo, que ya deberíamos abandonar la idea de Revolución, pues ésta, cuando resulta victoriosa, siempre acaba siendo usurpada por una élite que impone un régimen autoritario para aferrarse al poder, mismo que persigue y reprime disidentes y no duda en devorar a sus propias criaturas, traicionando los ideales y valores que la inspiraron?”. En efecto, así fue con la francesa, rusa, mexicana, china, nicaragüense, venezolana que, por cierto, los chavistas también presumen como “pacífica” y así se perfila la que, aseguran, estamos inmersos.
Para romper con esa lógica que ignoraba interesadamente los crímenes de Stalin, Albert Camus acuñó la frase “Los medios justifican el fin”. La historia le concede razón, quienes se dieron licencia para cometer injusticias con el pretexto de lograr o defender la supuesta sociedad ideal, erigieron dictaduras.
¿Qué se puede esperar del despido de jueces independientes y profesionales para sustituirlos por obedientes e improvisados? El Tribunal de Disciplina se encargará de sacar fallos de acuerdo a los deseos del régimen, so pena de destituir y encarcelar a quien se rebele. ¿Pero, en los miles de casos sin ningún interés político y que son cruciales para las personas y sus vidas, cómo resolverán los inexpertos? El comercio de la justicia se va a disparar, con ellos y sus padrinos que movilizaron clientelas para elegirlos.
Están tirando a la basura 30 años de carrera judicial, diseñada para que el conocimiento, el esfuerzo, la experiencia y el mérito determinen a los juzgadores y sus ascensos. Ahora lo fundamental será el control político, abriendo la puerta a poderes fácticos y criminales. Lejos de combatir la corrupción, ésta se volverá estructural y los juicios se decidirán por influencias, no por apego a la ley. Ésa es su revolución.