
Teléfono rojo
Desde antes de las nueve de la mañana, el calor ya comenzaba a morder los hombros, las frentes, las espaldas de cada maestro y maestra, agotados quizá, después de un largo viaje. Algunos sin haber comido, pero firmes, convencidos, portando cartulinas con sus exigencias. El ambiente, aunque cargado de sudor y cansancio, no era de derrota. Era de compañerismo. No solo los unía la protesta sino la pertenencia. Miles de voces estaban reunidas con un solo propósito: ¡maestro, escucha, el SNTE está en la lucha. Yo estaba allí, entre ellos, en el punto de partida: el edificio de la Sección 14 del SNTE en Chilpancingo.
El entusiasmo y la alegría fue diferente al de otros años. En esta ocasión, vi maestras que buscaban con muchas ansias gorras y playeras bordadas del SNTE para portarlas con orgullo durante la marcha. Se sentían identificados y respaldados de su sindicato, de su historia, de su lucha compartida. Se transmitía un reconocimiento mutuo, se hacían sentir acompañados. Mientras yo caminaba por la multitud, escuché conversaciones para conocerse. ¿De dónde es usted, maestro?, ¿viene de la Costa, maestra? Sus rostros mostraban el interés por conocerse, saber con quién compartían ese momento. Queriendo sentirse parte.
Los rostros de la marcha
A las 9:40 a.m., la marcha comenzó a un costado del río Huacapa, seco como la respuesta institucional. Ocho regiones, pero bajo una misma identidad, y una misma resistencia. El maestro Silvano Palacios Salgado, Secretario General del SNTE en Guerrero, encabezó la marcha junto con la directiva seccional. Los pasos del maestro Silvano eran lentos pero firmes, flanqueados por delegados y líderes de región que cuidaban el orden del contingente. Detrás, una procesión colorida pero sobria, tejida con voces de todas las edades.
La marcha avanzó lentamente por las calles de Chilpancingo, gritando consignas que pedían respeto, aumento y reconocimiento. “¡Unidad, unidad, la lucha es por la dignidad!” se escuchaba una y otra vez, acompañada por el grito al unísono de cada uno de los contingentes. La sociedad se detenía a ver pasar la manifestación, el ondear de banderas y el murmullo de pasos sobre el asfalto caliente.
Me impactó ver a tantos jubilados que se integraron a la marcha muy cerca del centro. Rostros con surcos profundos, cuerpos vencidos por los años, pero voces todavía capaces de gritar, aunque temblorosas, ¡A marchar, a marchar, por aumento salarial! Algunos jóvenes los sostenían, los seguían con respeto, otros les abrían paso y los cuidaban. Esa mezcla intergeneracional me sacudió. No era una marcha de jóvenes idealistas. Era una marcha de memoria y presente, de herencia y urgencia.
La sorpresa fue la magnitud: cerca de 30 mil trabajadores de la educación. Maestros y maestras dispuestos a seguir luchando por sus derechos. Fue increíble también el cierre de la Autopista Del Sol sin resistencia institucional. Una muestra de poder, pero no de autoritarismo. El respaldo al líder era evidente. Y lo más impresionante: Aunque muchos de los maestros sabían que no todas sus exigencias aún habían sido cumplidas, seguían marchando junto a Silvano Palacios Salgado. Confían en él. Él viene de la base”. Él conoce el aula, el pizarrón, el esfuerzo. Y por eso, luchan con él.
La voz del líder
Frente al zócalo, con voz clara y sin titubeos, el maestro Silvano Palacios tomó el micrófono por casi una hora. No fue un discurso cualquiera. Fue una convocatoria al corazón del magisterio. Habló de unidad, de respeto a las diferencias ideológicas, de seguir luchando sin fracturas internas. Reiteró que el SNTE es más que una organización: es un compromiso con la educación, con la justicia laboral, con la historia viva de Guerrero.
Lo que se siente al marchar
Fui testigo, no fui ajeno. Me sentí parte. Marché a pesar del cansancio. Me cubrí el rostro del sol como ellos. Sentí ese nudo en la garganta cuando vi a una maestra mayor buscar sombra bajo un árbol pequeño mientras no soltaba su pancarta. Sentí rabia por todo lo que aún se debe. Pero también sentí esperanza.
Contar esta marcha es contar la historia de un gremio que no ha dejado de luchar. Es contar la historia de un liderazgo que no se impone desde arriba, sino que emerge desde las aulas. Esta movilización es reflejo de un momento de conciencia en el magisterio de Guerrero: no basta con resistir; hay que avanzar.
La presencia de miles y miles —maestros, maestras, administrativos, jubilados— lanza un mensaje claro a las autoridades: el maestro marchando también está educando. Y para quienes no asistieron, esta marcha les deja una pregunta: ¿y tú, qué estás haciendo por defender lo que por derecho te pertenece?