Sin mucho ruido
En un claro intento de controlar el barco, el presidente Enrique Peña Nieto convocó a los representantes de los factores de la producción a un gran pacto para fortalecer la economía de las familias mexicanas, y así, contrarrestar el impacto del incremento en el precio de los combustibles.
En su momento, tendrá que hacer lo mismo con los partidos políticos que al parecer andan en autopistas diferentes, o peor aún, están tratando de encabezar la inconformidad ciudadana para capitalizar bonos pagaderos en 2018, sin reparar que forman parte de la clase política y como tal son corresponsables de lo que sucede en el país.
Es obligado para los partidos y para la comunidad política y económica, estar unidos en torno a las instituciones mexicanas frente al verdadero peligro que se avecina a partir del 20 de enero cuando Donald Trump asuma la presidencia de los Estados Unidos. Entonces sí, los mexicanos vamos a experimentar los verdaderos daños en nuestra economía por el encarecimiento del dólar, los despidos de trabajadores que habrán de hacer las compañías manufactureras al reducirse sus exportaciones y por las deportaciones de connacionales.
Soslayar esta amenaza y persistir por la ruta de la protesta, bloqueo de gasolineras y saqueos a tiendas departamentales, con dudoso respaldo social, equivale a asumir el triste papel de los grupos de choque de los sudetes checos (habitantes de Moravia y Bohemia de habla germana) para crear una atmosfera de ingobernabilidad que justificara ante la opinión pública la invasión nazi a Checoslovaquia.
Esto, no quiere decir que la ciudadanía no se exprese por las vías formales, de hecho estamos obligados a hacerlo, pero las baterías deben dirigirse a aspectos más graves como la corrupción, que en términos de Gianfranco Pasquino se refiere al cohecho (el uso de recompensas económicas a cambio de favores públicos), el nepotismo (la concesión de empleos o contratos con base al parentesco y no del mérito) y el peculado (el uso de recursos públicos para beneficio privado) a lo que el gobierno debe atacar sin dilación y de manera contundente.
En suma, el entorno político y económico (que no crisis) que vive el país, debe provocar que el individuo pasivo se convierta en un ciudadano participativo y esté atento y vigilante al desempeño de las instituciones y actores políticos, así como, en el espacio económico, tenga un comportamiento racional, que adquiera bienes con base a necesidades y no para cumplir deseos, porque la escalada apenas empieza.