El agua, un derecho del pueblo
La chica
Nadie la vio venir. Rosa Icela Rodríguez recibió la oferta presidencial para desempeñarse como la nueva secretaria de Seguridad Pública y Protección Ciudadana. El presidente sorprendió a todos. Se decide por una periodista de formación, con dilatada carrera como funcionaria pública desde que la izquierda gobierna la Ciudad de México.
Expertos en seguridad no descalifican la inesperada decisión presidencial. En cambio, fuerzas políticas y empresariales, adversarias de la 4T, consideran el ofrecimiento como un “error”. Acusan a Rosa Icela por su falta de experiencia para quedar al frente de un gabinete de seguridad nacional militarizado y centralizado.
Cierto, Rosa Icela tiene fama de ser buena negociadora, sin embargo, no por eso hay garantías de que evitará subordinarse a los militares encargados de la seguridad del país ni muchos menos que sería capaz de someter el rigor marcial al mando civil. Nada garantiza que los verdes de gris le vayan a hacer caso, dicho de manera sencilla.
Si su misión fuera desmilitarizar a la Guardia Nacional y encaminarla hacia el respeto pleno del Estado de Derecho, podría ser misión imposible, o casi.
Rosa Icela corre el riego de convertirse en una secretaria “florero” aunque le sobren credenciales como servidora pública íntegra, honesta, inteligente, discreta, eficaz, incansable y leal.
Rosa Icela recibe la “herencia negra” de Alfonso Durazo, la delincuencia organizada en erupción y la violencia sangrienta de cien asesinatos diarios, 4 cada hora.
El presidente sabrá porqué Rosa Icela Rodríguez es la ficha idónea para domar al tigre más feroz de la selva.
–¿Se hará la chica?