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El fin de la República
Anclada a su contexto histórico, la Universidad Autónoma de Guerrero forma parte de cinco de las 36 Instituciones públicas de educación superior del país que mantienen el voto universal, directo y secreto. Otras 13, nombran a sus rectores a través de una Junta de Gobierno y en 18, los elije el Consejo Universitario (López Romualdo, 2010)
Bajo el influjo de luchas reivindicatorias, la comunidad universitaria guerrerense ha legitimado a sus autoridades en las urnas, en el marco del espectro democrático promovido por la conveniencia a modo de los grupos políticos que han existido en su interior, antaño fuertes y radicales, pero hoy sumamente desgastados, casi inerciales.
En procesos pasados, era común que los cotos de poder de estos grupos se dirimieran en campaña apoyando a sus candidatos, cual vasallaje medieval. El triunfo significaba obtener algún cargo en la Administración Central; caso contrario, derivaba en confrontaciones, chantajes e impugnaciones de los grupos adherentes a los candidatos vencidos, provocando desgaste y atraso en las funciones sustantivas y adjetivas de la institución, pero sobre todo, dando una pésima imagen hacia el exterior. De esta forma y de manera natural, la Universidad se convertía en un foco de inestabilidad para el Estado.
Actualmente, algunas de las prácticas de antaño han quedado subsumidas, aunque no erradicadas. Digamos que en la Uagro se vive una especie de entente bajo el liderazgo del Dr. Javier Saldaña, quien ha sabido dialogar y concertar acuerdos con todas las expresiones políticas dentro y fuera de la institución. No obstante, en las elecciones sigue predominando, en virtud del método y lo abultado de la matrícula, el voto de jóvenes preparatorianos por sobre el de los profesores y alumnos de posgrado.
Esto es, que al Rector lo eligen, en términos cuantitativos, la base estudiantil, menos preparada, más fácilmente cooptada y emocionalmente más dúctil. El voto de los investigadores, que conforman la materia gris en la Universidad, electoralmente, es irrelevante.
En el proceso electoral reciente, quedó demostrado que la Uagro no puede seguir eligiendo a sus rectores por esta vía, colgada de una falsa democracia que, desde su arranque, no cumple con los requisitos mínimos necesarios para ser de calidad, como el origen y tope del financiamiento de las campañas, la autonomía de la Comisión Electoral, órgano sancionador imparcial y confiable, entre otros.
El voto universal en una institución educativa, no lleva, necesariamente, al poder a los mejores hombres o mujeres al rectorado, sino a aquellos que tienen mayor capacidad de mover a las masas, a veces con discursos retóricos. La elegibilidad del rector debe basarse en atributos de experiencia, competencia, habilidades para gestionar recursos y sumar voluntades y una reconocida aptitud para seleccionar su equipo de trabajo responsable, eficaz y eficiente. Atributos plenamente cumplidos por el rector electo, que bien podría haberse evitado los cuestionamientos de su reelección, si la reforma a la Ley Orgánica hubiera sido más acorde con los tiempos y naturaleza de una Institución de Educación Superior moderna que premia el mérito.