Navidad, antídoto contra el dolor y la violencia: arzobispo de Acapulco
TLAPA, Gro., a 23 de mayo de 2014.- Kau Sirenio Pioquinto, periodista indígena, denunció que sufrió tortura psicológica por parte de policías federales en un centro comercial en Acapulco, quienes lo discriminaron e intentaron acusarlo de delitos que no cometió.
Sirenio Pioquinto lamentó que se discrimine a las personas por usar huaraches y tener rasgos indígenas, de igual manera, señaló en su testimonio que los hechos no los denunciará ante la Comisión de Derechos Humanos de Guerrero, pues desconfía de ella al estar coptada por el gobernador.
“Usar huaraches en Gran Plaza de Acapulco es un delito para la policía federal que ahora vigilan celosos las calles del puerto. La sospecha incrementa si la persona usa ropa descolorida y mochila. Aquí no cabe espacio para los curiosos y menos para los indígenas”, críticó el periodista.
El ta savi, que tras acudir a visitar a su hermano al Hospital General de Acapulco, caminó antes de acudir a la Gran Plaza y presenció la manera en que policías maltrataron a indigentes que descansaban en las bancas del lugar.
En el texto de denuncia, Pioquinto asegura que “la misma escena se repite en las calles Bario Hospital y Juan R. Escudero, a cuatro cuadras del zócalo, aquí los uniformados son más arbitrarios con los muchachos que mantienen sometidos. Los tres chavos andan con sus tradicionales bermudas y sandalias”.
Después de acudir a las instalaciones de RTG, el periodista se dirigió a la Gran Plaza para esperar un depósito en Banorte.
A continuación, fragmentos de la denuncia:
Esperé ahí, una hora y después consulté la cuenta, no hay nada. Me propuse a esperar otro rato porque necesitaba el dinero para pagar los estudios clínicos de mi hermano.
Me refugié cerca de Recórcholis, leyendo Variopinto. Cuando guardaba la revista para retirarme del lugar, veo entrar dos policías. Un hombre de unos 1.75 cm. de estatura, gordo, cachetón. Iba acompañado de una mujer policía, delgada, blanca y cabello oxigenado.
Llega saludando con confianza como si me conociera de años. Pero la simpatía acaba en cuestión de segundos, de inmediato suelta a bocajarro: ¿Y tú de qué la giras? ¿De qué trabajas?, ¿en dónde vives?
–Acá descansando, ya para irme –le contesto despreocupado por el momento.
–Nos dijeron que llevas dos días aquí –inquiere de nuevo el policía–, ¿qué buscas aquí?, porque te muestras sospechoso. Identifícate.
Al sacar mi IFE de la billetera cae el recibo del laboratorio Unidos por la Salud, ahí donde ordenaron se hicieran los estudios clínicos que el médico internista me encargó.
–¿Qué fue lo que cayó? De seguro es la droga que andas repartiendo aquí – soltó la tortura.
–No. Es el recibo de laboratorio – respondí con desconfianza.
De ahí, el policía me tomó del hombro para decirme que los acompañara, no sin antes de retener mi identificación y el recibo de laboratorio. Me dijo que estaba detenido y que habían dado órdenes de mi detención porque en las calles contiguas de la Gran Plaza asaltaron a una mujer y que el único sospechoso de los hechos era yo.
Les dije que ya me iba de ahí porque tenía hambre y que debía de regresar al hospital con los estudios clínicos. No me hicieron caso, al contrario, continuaron con las preguntas.
–Te ibas porque ya te cargó los huaraches.
Los curiosos se me quedaron viendo con desprecio, cuando los uniformados me sacaron de ahí. Las miradas fulminantes de los taxistas hicieron que me sintiera incómodo y que mi voz cambiara de tono. Eso lo aprovecharon los policías para seguir torturándome.
–No te hagas pendejo, ya nos dijeron que violaste a varias niñas de la Recórcholis. Así que no busque escapar, pinche ratero de mierda. Ya sabes que estás detenido ¿verdad? – me dice
–No, porque hasta ahora no he hecho nada, sólo estaba esperando un envío y aún no me depositan así que ya me iba. Además ustedes no tienen por qué detenerme sin órden de aprehensión –le contesté con más seguridad.
–Todavía te estás poniendo cabrón, tu sí que no tienes miedo verdad pendejo, ya te dijimos que te cargó la verga, ahora quien mierda te va defender si eres un pinche delincuente –siguió con los insultos el policía.
De ahí me ordenaron que subiera a la patrulla de su corporación, en el asiento está tirado un fusil conocido como R-15. Luego le pide a su compañera que encienda la camioneta. Este pendejo ya cayó – volvió a repetir.
–Dame tu mochila –ordenó.
Empezó a hurgar la mochila, primero sacó las revistas Proceso y Variopinto, después los libros, al encontrar el libro La miseria de la filosofía de Carlos Max y Crimen y Castigo de Fedor Dsotoiesvki, me miró con detalle sin preguntar más.
Mientras que la policía de cabello oxigenado me arrebató mi celular para revisar mensaje por mensaje y las llamadas que realicé minutos antes. Con cada nombre que consideraba raro o fuera de común me preguntaba “¿Quién es este fulano y este otro mengano?”
Una vez que terminaron de revisar mi teléfono y mochila, el policía regordete me preguntó de nuevo:
–¿Por qué escondiste esta arma? Pinche puto, así son todos ustedes los guerrerenses, son miedosos con ganas. Los pinches policías del estado te tienen miedo. Por cierto ¿a qué te dedicas? –vuelve a la carga con su tortura, tratando de que alguien le conteste por miedo.
–Soy reportero –le digo mientras le muestro mi identificación de Semanario Trinchera.
–Con que eres periodista verdad pendejo. Pinches periodistas amarillistas, todos ustedes son iguales, por eso los carga la verga, porque siempre mienten.
–¿Entonces a dónde vamos? –le dije.
–Vete a chingar a tu madre, por ahí hubieras empezado y si eres periodista no andes en esta facha de delincuente. Sólo esos cabrones andan con ropa despintada y huarache, a la otra identifícate –intenta ser amable.
Acapulco vive ahora su peor crisis. Muchas veces se detienen a indígenas, por no saber decir palabras más que un sí o un no, y eso de vuelve suficiente para consignarlos. La violación a los derechos humanos en Guerrero incrementó desde que la federación, el estado y municipio firmaron el convenio de mando único en el puerto.
La vivencia de ese día, me dejó con preguntas ¿Ahora qué hacer? ¿a dónde ir y con quién hacerlo? Acá no hay dónde denunciar los abusos policiacos.
La Comisión de Defensa de los Derechos Humanos del Estado de Guerrero (CODEHUM-Gro), está coptada por el gobernador.