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MÉXICO, DF, 7 de octubre de 2014.- Eran apenas jóvenes rancheros que se desempeñaban bien en la escuela y tomaron una de las pocas opciones disponibles más allá del trabajo agotador en sus humildes ranchos: ingresar a la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, describe un reportaje que acaba de publicar el portal digital del diario estadounidense The New York Times.
Leonel Castro, el mayor de siete hermanos, se comprometió a sus 19 años a usar su salario para ayudar a su familia; Julio César, también de 19, pensó que podía dirigir su propia escuela un día y asegurar el futuro de las próximas generaciones; Adán Abraham de la Cruz, de 23, quería poner sus conocimientos de informática a disposición de sus compañeros, “sólo estaba preparando para salir adelante como cualquier joven lo haría”, dijo el padre del Sr. de la Cruz, Bernabé.
Pero ahora todos ellos están desaparecidos tras enfrentamientos mortales con la policía el 26 de septiembre, cuando al menos seis manifestantes y transeúntes fueron asesinados impunemente, señala el diario estadounidense. El fiscal investiga por qué la policía abrió fuego contra los estudiantes por qué fueron quemados, desmembrados y sepultados de manera clandestina.
Dos testigos detenidos dijeron a los fiscales que la banda luego mató a los manifestantes en las órdenes de un líder conocido como El Chucky.
“Vi camiones de la policía subir y bajar por la colina hasta allá arriba, donde se encontraron los cuerpos. Luego bajó la noticia de que encontraron fosas con cuerpos que pueden ser los estudiantes”, dijo a The New York Times un vecino que pidió no ser identificado.
Incluso en un país acostumbrado a los asesinatos en masa, el caso ha generado alarma, dice el diario estadounidense. La consternación es por la visible participación activa de la policía en la desaparición de los muchachos. Miguel Martínez, un representante de las familias, dijo que los estudiantes de la escuela habían luchado contra los intentos de extorsión por parte de bandas del año pasado, pero no estaba claro si eso pudiera ellos han hecho un objetivo ahora.
El alcalde y su jefe de policía están en fuga, y el gobernador del estado confirma que una banda local, los Guerreros Unidos, se había infiltrado en las fuerzas de policía en Iguala, así como otros departamentos de policía en el estado.
El espectro de la policía corrupta ha perseguido México durante años, pero estas desapariciones se producen en momentos en que el presidente Enrique Peña Nieto ya enfrenta otros casos de soldados acusados de homicidio en otro caso reciente –la muerte a tiros de 22 personas capturadas en un almacén en junio.
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