Teléfono rojo
La historia del mundo, decía Carlyle, no es sino la biografía de los grandes hombres, parafraseando esta máxima bien podríamos decir que la historia de México está ligada a personas excepcionales que con valor y liderazgo encabezaron el momento histórico que les correspondió.
Es el caso, sin duda, del General guerrerense Juan Álvarez. Su vida y obra confirman que todos los grandes cambios en este país surgen de los estados.
Lo mismo en la independencia, que en la Revolución Mexicana, que en la revolución de Ayutla que Álvarez encabezó.
Álvarez apoyó la constitución de México como república federal y luchó contra el autoritarismo monárquico de Agustín de Iturbide, de Anastasio Bustamante y de Antonio López de Santa Anna, poniendo fin a la “era de Santa Anna”
El insurgente combatió los abusos de la tiranía que trató de recuperar de la banca rota la hacienda pública a través de contribuciones onerosas y hasta ridículas (impuestos a las ventanas, entre otros) poniendo a prueba la voluntad de las y los mexicanos, hasta que el 1 de marzo de 1854, en la población de Ayutla, Guerrero, estalló una revolución liberal encabezada por Juan Álvarez, quien al lado de Ignacio Comonfort y Florencio Villarreal, llamaron en el Plan de Ayutla a que nuestro país no siguiera “dependiendo su existencia política de la voluntad caprichosa de un solo hombre…”, Antonio López de Santa Anna.
La lucha iniciada en Guerrero, encontró la victoria en agosto de 1855, tras el exilió de Santa Anna, dando paso a la llamada época liberal encabezada por la llamada “generación de la Reforma”.
Ciento sesenta y dos años después la historia parece repetirse con una nueva tiranía que amenaza al pueblo mexicano con aumentos desmedidos de impuestos, émulos de Santa Anna que no se cansan de impulsar aumentos excesivos en el precio de las gasolinas que acarrean consigo un problema inflacionario, que supone uno de los años más difíciles, sobre todo, para los extractos sociales más vulnerables.
Ante este complicado escenario, los Gobiernos de los estados han optado por asumir una actitud sumisa y pasiva ante la figura presidencial, pasando por encima de los intereses de las y los mexicanos.
Las medidas “paliativas”, que por ejemplo se presentaron en Guerrero para hacer frente a los abusos de la administración federal, que pretende bolsear al pueblo a través de los gasolinazos, no ponen un alto ni al incremento del impuesto sobre las gasolinas, ni mucho menos, sobre el proceso para la liberación de su precio.
Esto deja en claro la necesidad del pueblo guerrerense, de organizarse una vez más y hacer un frente común para combatir los abusos y excesos de la camarilla que ocupa el poder; pues de continuar con el proceso de liberación de los precios de los combustibles, terminaríamos por sepultar la economía de México, al incidir de manera directa en el aumento en los costos de la cadena de producción, debilitando aún más la frágil economía de miles de mexicanos que viven en la pobreza extrema.
La vida e ideas que nos dejó Juan Alcaraz es uno de los legados más amplios y rico de los guerrerenses.
El Plan de Ayutla es la evidencia incuestionable de que cuando las cúpulas del poder amenazan al pueblo, desde los estados, es posible hacerles frente, generando una inercia que encuentro resonancia en todo el territorio nacional.
El descontento popular que se percibe en las calles, que se expresa a través de manifestaciones públicas es la mínima respuesta del pueblo guerrerense que le hace saber al gobierno federal que no estamos dispuestos a soportar ni un abuso más.
Cuando el gobierno se somete a los intereses de los extranjeros o golpea recurrentemente la economía de las familias con impuestos desproporcionados y lesivos, desde Guerrero les decimos que nuestra voluntad no se doblega y que desde aquí seguiremos dando la lucha en favor del pueblo, como nos lo enseñó Juan Álvarez.