Teléfono rojo
La penosa disputa de tres señoríos feudales en Morena
La visión reducida, egoísta, de los grupos en pugna por el cuerpo político de Morena en Guerrero no va a ser un freno para la inconformidad social que ve en el proceso electoral próximo la posibilidad del salto cualitativo hacia la construcción de una nación generosa con todos.
Y a pesar de la mezquindad demostrada en sus acciones por aquellos que se dicen herederos legítimos del trabajo político y moral de Andrés Manuel López Obrador en la entidad o que en su nombre pretenden monopolizar su legado, diversos sectores sociales, individuos y organizaciones, en 2018 darán su voto a quien abandera la construcción de una patria nueva.
Este voto guerrerense de la inconformidad hacia lo que ocurre en el país, la inseguridad, la violencia, la pobreza generalizada y la falta de liderazgo y capacidad por parte de la clase política en el poder para enfrentar los retos nacionales camina sin partido local, sin estructura electoral, sin dirigencia a la altura de las demandas.
Es, retomando el título del histórico ensayo de José Revueltas, como un proletariado sin cabeza (Obras Completas 17, Editorial Era) que se guía por las señales lumínicas que vienen del centro ante la oscuridad en la casa.
Y frente a la disputa de los tres señoríos feudales que existen en Morena con puñal en boca, algunos de ellos atizados por quienes ya fueron gobierno por otras opciones hoy en descrédito y gobernaron mal agrego yo, sin que se vislumbre acuerdo entre ellos para luego y con el proceso electoral a la vuelta de la esquina, el Consejo Nacional debe poner un hasta aquí para que en Guerrero haya una estructura única capaz de conducir las elecciones que se avecina.
Da risa ver a machos alfa de pelo en pecho y chicote en mano, recién bajados del caballo, misóginos por antonomasia, como los mostró el cine nacional que aún se ve en la televisión, nuestra escuela sentimental e ideológica, públicamente conocidos como golpeadores de mujeres, orgullosos “borrachos y mujeriegos”, reivindicar las políticas de género sólo para diezmar la fuerza del contrario, sólo para imponer a los suyos, sólo para seguir en el poder, abanderar candidaturas que no atraerán votos a la causa nacional de Morena.
Es más, son personalidades desgarbadas socialmente que restarán votos y que su esperanza es ganar montándose en la ola amlista.
Ante estas acciones no hay argumentos, sólo el penoso espectáculo que muestra la mezquindad de grupos que se supone o que suponíamos impulsaría un proyecto nuevo y que antes de tiempo, afortunadamente, nos nuestra su identidad verdadera en este teatro de máscaras que es la política local, enviando un inesperado mensaje hacia quienes reclaman con optimismo cambios verdaderos.
En el proceso electoral del próximo año se trata de sumar votos al proyecto de Andrés Manuel López Obrador que lo lleven a la Presidencia de la República, no restarle.
Y le van a adicionar sufragios, rostros jóvenes y personalidades conocidas y atractivas para el electorado, sin importar que sea hombre, mujer, trans o lo que el genoma humano imperante indique.
Los candidatos de Morena deben de ser ciudadanos respetados por la comunidad y de buena fama, porque hay famosos de mala reputación que en vez de aportar restan votos.
Poco importa al electorado si son figuras grises del grupo de Marcial Rodríguez Saldaña, de César Núñez, de Pablo Amílcar Sandoval, o del viejo PRD. Lo importante es quiénes son los abanderados y su compromiso con el proyecto de nación que impulsa AMLO.
Un ciudadano consciente que no vende su voto por una despensa o un tinaco jamás le dará un voto a un candidato sólo porque es famoso, así se llame El Costeño, Carmen Salinas u homólogos. Se lo va a dar a quien le dé certezas.
Hace meses el cielo parecía despejado y ahora vemos nubarrones amenazantes sobre Acapulco, sobre Guerrero, tan sólo por la terquedad de quienes buscan su exclusivo interés personal, de tribu, sin privilegiar el interés colectivo. Tal vez consigan sus fines pero la historia no los absolverá. Parece que aún se puede enmendar la página.