
Genio y figura
Primero somos mexicanos
Como a muchos, me gustó el mensaje del presidente Peña Nieto a su hostil homólogo del poderoso vecino del Norte, Donald Trump. Lo vi seguro, claro, sin los dislates y tropiezos tan característicos de su oratoria. El mensaje me pareció firme y digno, contundente y agresivo, pero diplomáticamente correcto.
“Pocas veces estamos muy de acuerdo, @EPN. Pero hoy estamos muy de acuerdo”, tuiteó Chumel Torres. “Vientos. Buen discurso”, coincidió Gael García Bernal.
Como a León Krauze, me sorprendió que Peña Nieto rompiera “la regla de oro de la relación bilateral: el gobierno de México jamás se refiere a asuntos de política interna de Estados Unidos”, cuando sugirió a Trump que “si sus recientes declaraciones derivan de una frustración por asuntos de política interna, de sus leyes o de su Congreso, diríjase a ellos, no a los mexicanos”. En ese sentido, evocó la frase de “un gran presidente de Estados Unidos de América: no tendremos miedo a negociar. Pero nunca vamos a negociar con miedo”.
Sin embargo, por alguna extraña razón, omitió nombre y apellido del personaje citado. Extraña, porque si pretendía evocar los principios y valores políticos del país vecino, había razón de sobra para citar a John F. Kennedy, uno de los presidentes más queridos, respetados y memorables de su historia.
Más adelante, Peña Nieto citó llamados a la unidad y contra el muro fronterizo de López Obrador, José Antonio Meade, Ricardo Anaya y Margarita Zavala. “Como Presidente de todos los mexicanos, coincido con estas expresiones”, subrayó.
Independientemente del tema principal, eso fue lo que me gustó más de su mensaje.
Me gustó cuando lo escuché, porque fue una variable imprevista en el contexto de la campaña presidencial. “Ojalá que contribuya a cohesionar a los mexicanos”, comentó Raul Trejo Delarbre. Por su parte, León Krauze preguntó: “¿Cuál de los candidatos la interpretará mejor? ¿Quién tendrá la imaginación para aprovecharla?”.
Por eso, días después, me gustó más, porque al menos sembró una semilla de esperanza. Cuando buscaba más información y contexto sobre la frase de Kennedy, encontré otra más reciente a cargo del antecesor de Barack Obama, que será tan o más necesaria, pertinente y valiosa para México, después de la elección presidencial.
Porque si llegamos a julio o a diciembre con los aceros aprestados y ánimos de venganza, muy poco o casi nada cambiará. Tendremos un presidente distinto, pero seguiremos atorados en el mismo hoyo del que a todos nos urge salir.
Porque hasta ahora, la única certeza es que este país ya no aguanta seis años más en el marasmo colectivo, de acusaciones mutuas y memes degradantes, la burla, de marginación, inquina y discriminación. Sin olvidar, claro, los agravios cotidianos de Donald Trump.
Dice Juan Villoro, entrevistado la semana pasada por El País, que la mexicana “es una realidad muy quebrantada, que deja insatisfecha a muchas personas. Simultáneamente, la esperanza también parece estar en bancarrota. Creo que una de las cosas más difíciles que puede enfrentar un país no es solo que el entorno esté degradado, sino que también lo esté la ilusión”.
Lo más triste es que este desorden lo construimos todos, día con día, y si llegamos a julio o a diciembre con los aceros aprestados y ánimos de venganza, muy poco o casi nada cambiará. Tendremos un presidente distinto, pero seguiremos atorados en el mismo hoyo del que todos nos urge salir.
A menos de que el presidente Peña Nieto, si gana López Obrador, o el propio Peje, si pierde, demuestren la calidad política y el compromiso democrático de Obama cuando reconoció la victoria de Trump, y la derrota de su candidata: “Todos están tristes cuando su partido pierde una elección, pero al día siguiente debemos recordar que todos en realidad somos del mismo equipo. Esta batalla puede ser confusa. No somos primero demócratas. No somos primero republicanos. Primero somos estadunidenses. Primero somos patriotas”.