
Genio y figura
Agüeros y Sortilegios
Escribo este Hontanar tres horas antes del inicio del tercero y último de los debates de los candidatos a la presidencia de la República, de los cuatro aspirantes que quedaron al retirarse la independiente Margarita Zavala Gómez del Campo, la única mujer participante en los inicios de la competencia, por lo que habrá UN y no UNA sucesor(a) del priista Enrique Peña Nieto, lo que quiere decir que no se reflejará cambio alguno: quien gane será un neoliberal en lo económico y un aliado de los poderes fácticos, esto último condición “sine qua non” para gobernar en México.
El único cambio, el de los pantalones por las faldas, lo representaba Margarita, empero, de haber continuado en la campaña y de haber triunfado en las elecciones del 1 de julio, la señora Zavala Gómez del Campo hubiera sido una presidenta neoliberal en lo económico y una aliada de los poderes fácticos, un gatopardismo lampedusiano que por arte de magia hubiera cambiado a un príncipe por una princesa.
Al escribir el Hontanar antes del debate y al no tener la facultad de la clarividencia, desconozco quién ganó y quiénes perdieron, pero sí percibo íntima e instantáneamente, como si lo tuviera a la vista, que alguno de ellos resentirá el golpeteo de sus adversarios. Flaqueará, es decir se debilitará; mostrará el enojo por más que trate de ocultarlo, y seguramente perderá algo o mucho de los votos posibles que los encuestadores, que insisto, no son los dueños de la verdad, le concedieron.
Andrés Manuel López Obrador, Morena, PT y PES; Ricardo Anaya Cortés, PAN, PRD y CD; José Antonio Meade Kuribreña, PRI, PVE y PANAL, y el candidato independiente Jaime Rodríguez Calderón, como en una obra teatral, literaria o cinematográfica, serán los personajes principales de la acción. El tercero y último de los tres capítulos será igual que los dos anteriores: una posibilidad razonable de que algo extraordinario suceda, mas como en los que lo antecedieron, el tercer debate no corresponderá a la expectativa, será solo una esperanzada frustránea.
Así las cosas, si la íntima percepción del columnista (que reconoce no ser clarividente) es un acierto inexplicable, se confirmaría la ideación de que en este país “no pasa nada”.
Cualquiera de los cuatro que asuma la Presidencia de la Republica en substitución de Enrique Peña Nieto, será un mandatario muy popular. La aceptación escatimada al actual presidente por el escándalo de la “Casa Blanca” y los “gasolinazos” inflacionistas, le será concedida a quien le entregue la banda presidencial.
Quien resulte el próximo presidente, desde el primer día de su gestión, constatará que en este país gobernar bien significa perder popularidad paulatinamente, y gobernar mal el resultar una persona execrable.
Gobernar bien obliga a las molestias temporales, que a mediano plazo redundarán en beneficios. Gobernar mal es hacer pedazos a una nación.
¿Cuál será el camino que tome el próximo presidente de México? ¿Gobernará bien? ¿Gobernará mal? La ruta imaginaria que éste elegirá, no se dirá, ni siquiera se descubrirá por medio de agüeros o sortilegios en el tercer debate, pero la fe es lo último que se pierde.