Teléfono rojo
Sabotaje de Félix Salgado contra Morena en Acapulco
Los oportunismos, simulaciones, infiltraciones y desdoblamientos ideológicos que singularizan a Morena y a la coalición electoral que encabeza Andrés Manuel López Obrador se manifiestan con notable claridad en el universo político de Acapulco.
La particularidad del caso es que en este municipio está en curso un sabotaje de Morena contra Morena, e involucra a tres personajes: al candidato de Morena al Senado, Félix Salgado Macedonio; a la candidata de Morena a la presidencia municipal, Adela Román Ocampo, y al candidato del Partido del Trabajo a la alcaldía, el también ex gobernador Zeferino Torreblanca Galindo.
Por razones que no fueron explicadas, el PT abandonó en Guerrero la coalición Juntos Haremos Historia para efectos de los cargos estatales (diputados locales y alcaldes), de manera que postuló a sus propios candidatos, lo que dio lugar a diversos conflictos, hasta por el uso (o no) de la figura de López Obrador, y a pugnas contra sus aliados de Morena y Encuentro Social.
Las cosas se han mantenido más o menos en el umbral de lo comprensible y manejable en casi todo el estado, pero no en Acapulco, donde Félix Salgado se creyó tan en serio su papel de representante de López Obrador que se erigió en un “Peje” local con atribuciones para hacer lo que le plazca. Y lo que hizo Félix Salgado en Acapulco fue emprender una campaña de sabotaje contra la candidata de Morena a la alcaldía, Adela Román, ex perredista y magistrada con licencia del Tribunal Superior de Justicia del estado, designada por Morena desde noviembre de 2017.
Importa dar cuenta del sabotaje de Félix Salgado contra su propio partido porque aparentemente detrás de ello se encuentra su propósito de ser candidato a gobernador en tres años –¿puede el protagonista de los borrachazos más célebres del país ser gobernador de Guerrero?–, y porque desde ahora revela la existencia de compromisos turbios con personajes ampliamente cuestionados en Guerrero, como Zeferino Torreblanca y el también ex gobernador Ángel Aguirre Rivero, todo lo cual pone en entredicho el espíritu de Morena y la ética que predica López Obrador.
Salgado Macedonio fue designado coordinador de organización de Morena en el estado de Guerrero a finales de octubre del año pasado, el cargo que López Obrador empleó para anticipar los nombramientos de los candidatos de su partido al Senado. En medio del fuerte rechazo que su nombramiento suscitó entre la dirigencia estatal y la militancia de Morena, entre otras cosas porque fue designado a pesar de que era militante del PRD, lo primero que hizo Félix Salgado fue invitar a Zeferino Torreblanca y a Ángel Aguirre a ser candidatos de Morena. Hay una constancia pública irrefutable de esa invitación en la edición del 7 de noviembre del diario La Jornada Guerrero, propiedad de Salgado Macedonio.
El título del editorial de La Jornada Guerrero de esa fecha es “¿Ni Aguirre ni Zeferino?, ¡quién sabe!”, y los signos de interrogación hacían referencia a declaraciones previas de dirigentes de Morena en el estado contra la posibilidad de que alguno de esos personajes, o los dos, fueran candidatos de ese partido, en cuyo caso advertían de una desbandada de militantes. El texto no dejaba dudas sobre la intención del propietario del periódico, pues por increíble que parezca, exaltaba las virtudes de ambos ex gobernadores.
Llamó la atención la elogiosa descripción de Zeferino Torreblanca, de quien La Jornada Guerrero dijo entonces que es un buen administrador y que así lo demostró como alcalde de Acapulco y como gobernador de Guerrero en el sexenio 2005-2011, ignorando el carácter represivo de su gobierno y la piscología autoritaria y criminal del empresario acapulqueño.
Hace siete meses fue realmente sorprendente que inmediatamente después del nombramiento de Félix Salgado, esos dos ex gobernadores reaparecieran tratando de treparse a Morena con ayuda del representante de López Obrador. Se desconoce si esas maniobras iniciales de Félix Salgado contaban con el aval o el conocimiento del candidato presidencial, pero las frenaron el rechazo del cuerpo dirigente de Morena y de las bases de ese partido en el estado. No hay en Guerrero enemigo más grande de la izquierda que Zeferino Torreblanca, quien se disputa esa condición con Rubén Figueroa Alcocer, y por cuanto hace a Ángel Aguirre, carga con la responsabilidad de la desaparición de los 43 estudiantes normalistas. Y nada menos que a ellos invitaba Félix Salgado a ser candidatos de Morena.
Finalmente, Ángel Aguirre no pudo ser candidato ni del PRD, debido al repudio de los padres de los 43 normalistas desaparecidos, aunque se ha declarado públicamente lopezobradorista sin que Morena haya dicho una palabra al respecto. Pero Zeferino Torreblanca sí pudo ser candidato a alcalde de Acapulco. Todo de la mano de Félix Salgado, primero intentó ser candidato por la coalición de Morena y Encuentro Social, e incluso intentó romper el acuerdo de López Obrador de que la candidata fuera Adela Román. Más tarde quiso ser la propuesta del Partido Encuentro Social, lo que hasta se anunció públicamente, para desplazar a Adela Román como aspirante de la coalición, pero tampoco pudo. Terminó siendo candidato sólo del PT, al margen de la coalición lopezobradorista.
Es obvio que nada de lo anterior le habría sido posible a Zeferino Torreblanca sin la intervención de Félix Salgado, lo que actualiza la pregunta de si en verdad López Obrador ignora lo que su candidato a senador hace en Guerrero. Esta pregunta tiene sentido porque al nombramiento del ex gobernador como candidato a alcalde acudió el presidente nacional del PT, Alberto Anaya, y porque Torreblanca Galindo lleva ocho meses tratando de llamar la atención del tabasqueño, de un modo tan poco elegante que puede uno preguntarse si no está en realidad tratando de chantajearlo por favores que le hizo en el pasado. Y porque, como si hiciera falta hacerlo notar, el ex gobernador tiene toda la complacencia del diario de Félix Salgado.
Aunque electoralmente Zeferino Torreblanca no representa gran cosa y debe estar situado en el quinto lugar de los cinco aspirantes a la presidencia municipal de Acapulco, sus acciones y su candidatura sí desestabilizaron a la candidata de la coalición Morena-PES e introdujeron cierta confusión en el entorno municipal. El hecho es que el lopezobradorismo tiene dos candidatos en Acapulco, y la campaña de Torreblanca tiene todas las características de haber sido lanzada sólo para afectar a Adela Román, a la única que puede causar daño por mínimo que éste sea. Lo que beneficia al candidato del PRI, Ricardo Taja, que parece ir adelante en las intenciones del voto. La enésima muestra del afán de Torreblanca de llamar la atención de López Obrador la dio hace dos semanas, cuando se dijo dispuesto a declinar en favor de Adela Román, pero sólo si se lo pedía López Obrador.
En conclusión: si todo eso no es un sabotaje y manifestación del entramado turbio que comienza a tejer Félix Salgado con miras al 2021, ¿qué es?
Saldaña tira el dinero de la Uagro
Hace ocho días el rector de la Universidad Autónoma de Guerrero, Javier Saldaña Almazán, publicó un desplegado para invitar a los candidatos presidenciales a acudir a la institución a presentar sus proyectos. Lo hizo cuando las campañas están a punto de terminar y es evidente la imposibilidad de que los candidatos vayan a la Uagro. Aprovechó la inserción en la prensa para exponer las fuertes carencias presupuestales de la universidad. Pero si de verdad quería que los candidatos conocieran de primera mano los problemas que enfrenta la Uagro, pudo haber hecho antes la invitación y de una manera realmente seria. Con ese desplegado, Saldaña sólo tiró a la basura el escaso dinero de la universidad.
Quien sí hará hoy un acto de campaña en la universidad, aun contra la determinación institucional de no abrir sus recintos a la disputa electoral, es precisamente Félix Salgado. Lo invita a la Facultad de Filosofía y Letras un grupo de universitarios que pertenecen a Morena o apoyan a Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, si eso sucede, la Uagro tendría que invitar también a los candidatos de los otros partidos al Senado, para preservar el sentido de la equidad.