Sin mucho ruido
Feminismo: ¿qué pasa en realidad?
“Deben de entender que no es una disputa de género”, dice mi buena amiga Mariana. Sinceramente yo tampoco puedo comprender cómo es posible que aún no entendamos qué es exactamente el feminismo. Y lo peor de todo es que, en el medio que tú busques la palabra feminismo, lo primero que encontrarás son todo el desastre que hacen con sus manifestaciones, las cuales por cierto son una muestra del hartazgo en una situación insoportable. ¿No es más que evidente?
Vámonos a sus inicios, para esos que andan perdidos entre todo este rollo feminista. Un vistazo breve ya que es un tema bastante extenso pero, a decir verdad, muy fácil de entender.
Durante el periodo de la Ilustración, entre todo ese despertar social, Mary Wollstonecraft y su obra Vindicación de los derechos de la mujer (1972), da una buena bofetada a todos esos hombres que escribieron la ley con uno sólo de sus planteamientos, uno tan obvio y sencillo: si las mujeres son las que crían a nuestros hijos, ¿por qué no pueden tener derecho a la educación? ¿No mejoraría eso el nivel de preparación de cada uno de sus orgullosos varones sucesores? Y unos siglos antes de Wollstonecraft, Hiparquía ya rompía con los roles de género al ser la primera mujer en unirse a los filósofos griegos y sus costumbres “poco femeninas”.
Después de estos eventos, al feminismo se le divide en tres olas. Cada una se centra en aspectos importantes de la mujer tanto en el ámbito legal como social. Las primeras dos buscaron la inclusión tanto legal como social de las mujeres; pura formalidad, poca práctica.
La tercera ola, que comienza en la década del 90 del siglo 20, y sigue en la actualidad, se aleja de los conceptos universales de feminidad en su objetivo de igualdad y toma de conciencia en cómo no existe un sólo modelo de mujer; como todo ser humano, es libre de hacer y deshacer su propia personalidad como lo desee. Esta ola responde a ciertos fallos de la segunda, que aún limitaban a la mujer en varios aspectos; quizá por cuestiones de culturas entre las distintas épocas o por una intervención masculina inapropiada.
El feminismo toma como principales enemigos al patriarcado y el androcentrismo, los cuales refieren a la primacía del hombre en la sociedad. Ya se podría tomar como algo normal; personas incluso dicen: “Es simple biología, podemos ver en casi cualquier especie al macho dominando a la hembra”. Bueno, si tan animal te crees, allá vete a vivir con ellos. Se supone que lo que nos diferencia de los animales es nuestra capacidad de razonamiento. ¿Cuál es el objetivo de mantenerlos constantemente en un desequilibrio, donde el hombre siempre quiere minimizar a la mujer?
En verdad creo que la mujer debería ser la verdadera líder del mundo. Las mujeres son el soporte de todo hombre. Aunque no tengas una orientación sexual hacia las mujeres, creo que ningún hombre podría vivir sin una mujer en su vida, así como ninguna mujer podría vivir sin algún hombre en la suya; somos seres complementarios, aunque no necesitemos unirnos en la sacrosanta monogamia que tanto fascina en Occidente, siempre vamos a ocupar algo del sexo opuesto.
Hay que entender que el verdadero problema radica en que, aunque haya hombres que no quieran admitirlo, todos participamos en la denigración de la mujer. Constantemente actuamos de mil maneras distintas para hacerla menos, incluso sin querer o sin darnos cuenta; tenemos una construcción social bien implantada en nuestra conciencia colectiva que nos hace actuar de esa manera.
Pienso que no siempre “las problemáticas modernas requieren soluciones modernas”, a veces hay que regresar al pasado. Contrario a lo que se cree popularmente, la contraparte del feminismo no es el machismo; en este caso se relacionaría el hembrismo (actitudes que tiene como objetivo la primacía de la mujer en base a la violencia) y el machismo.
La verdadera contraparte feminista, a mi gusto, es el caballerismo; nos hemos convertido en bestias sucias, inmundas e indecentes, que objetan a la mujer en todos los niveles posibles. Si cada hombre, a partir de pequeños detalles, contribuyera a revivir poco a poco nuestra cultura de caballería sin necesidad de recurrir a costumbres machistas y androcentristas, verdaderamente habría un cambio serio y acabarían las protestas de las que tanto se quejan y tanto usan para gritar de manera burlesca “miren como sólo vienen y destrozan, gritando porque las matan cuando a nosotros nos matan más”, utilizando ridículas gráficas y contenido estúpido que en vez de incitar un verdadero cambio, incita a la indiferencia.
Las mujeres no deberían ser quienes protestan y hacen su movimiento, deberíamos ser nosotros los hombres que hemos actuado como brutos involucionados quienes nos incitáramos al cambio, de una vez por todas. Y nuevamente, no es una disputa de género, ni siquiera es una disputa, es una incitación al cambio; las mujeres sólo quieren igualdad, respeto y que en verdad demostremos cuánto las amamos.
Hoy quiero invitarte a que en casa, o visitando a tu pareja, a tu madre, a tu abuela, a cualquier mujer importante en tu vida vayas y le des un fuerte abrazo y un beso, que le demuestres lo que vale en verdad para ti, que sepa que realmente las respetamos, las queremos y que nos perdonen por tantos siglos de estupidez. Y sé que muchos hombres se ofenderán, diciendo: “yo nunca he dañado a la mujer, siempre he sido bueno”, y bla, bla, bla. No importa, ve y hazlo. También sé que hay mujeres que participan de forma inconsciente del androcentrismo. Si te dejan escoger, por favor escoge tú, no te remitas a dejar todo a elección del hombre, o que se responsabilice del sustento económico, hay que romper con los roles de género y mejor repartirnos; a demostrar que somos “la especie más inteligente del planeta”.
Vivimos en una sociedad y como seres sociales debemos actuar ambas partes en beneficio de construcciones sociales positivas. Tanto hombres como mujeres debemos participar en la construcción de una sociedad positiva, incluyente e igualitaria.