Médula
El mural como consigna política
Las paredes son la imprenta de los pueblos. – Rodolfo Walsh.
Al entrar a la sede del ayuntamiento de Acapulco, ese edificio de concreto sin figura ni forma, después de sortear la reja de la entrada y cruzar la explanada se empieza a vislumbrar.
Pero al llegar a la Sala de Regidurías se nota más o al estar afuera de la Sala de Cabildo que lleva el nombre del alcalde socialista acapulqueño Juan R. Escudero, se aprecia en toda su magnitud.
Es una obra de arte que encierra una historia triste que jamás debió de pasar y para la cual muchos exigimos justicia y la garantía de que ese tipo de actos jamás vuelvan a repetirse.
Los rostros de los 43 normalistas aparecen bajo las alas de un águila, y van representando el plumaje de la misma. Un poco más arriba, a los costados izquierdo y derecho aparecen personajes valientes en la historia de Guerrero (esa historia no oficial, esa que se queda como relato oral, la que sin duda es la más popular y la más sorprendente) que padecieron persecuciones, represiones y las más difíciles formas que el Estado tenía para neutralizar o aislar a quien se indignaba.
Podemos identificar al profesor y luchador social Lucio Cabañas Barrientos, que estudió en la Normal Rural de Ayotzinapa y se convirtiera en dirigente del normalismo rural a nivel nacional. El mismo Lucio, que el Estado obligó a convertirse en guerrillero.
Aparece también el profesor Genaro Vázquez Rojas, dirigente de la Asociación Cívica Guerrerense, quien fuera partícipe en el movimiento social de 1960, que logró la caída del entonces gobernador Raúl Caballero Aburto, producto de la masacre del 30 de diciembre de 1960 en Chilpancingo.
También el Dr. Bertoldo Martínez Cruz, histórico dirigente social, fundador del FODEG, que puso todo lo que tenía de sí para la lucha por la presentación con vida de los normalistas desaparecidos, y quien años atrás ya había sufrido él mismo la detención, represión y tortura, hechos que no lo llevaron a flaquear ni abandonar la lucha política si no que reafirmaron sus convicciones y lo mantuvieron siempre del lado de los oprimidos. Bertoldo me recuerda la frase del poeta Roque Dalton al decir: “Sí, compañero, soy tan revolucionario como el cuerpo me permite”.
A un lado del Dr. Bertoldo se encuentra Benigno Guzmán, siempre a su lado, dirigente y uno de los fundadores de la OCSS, sobreviviente de la masacre de Aguas Blancas en 1995, preso político, quién en su libro “La masacre de Aguas Blancas, 20 años de impunidad”, nos deja en un párrafo la grandeza de sus convicciones: “Para unos fuimos parte de la estadística de la miseria. Para nosotros, un fragmento más de la existencia concreta de los empobrecidos, siempre luchando por mejorar, por sobrevivir. Tropezando y levantándonos. Allí nació nuestra rebeldía, del vivir diario”.
Se aprecia también el profesor jubilado y fundador de la CETEG (al igual que cientos de maestros que luchaban por la democratización de la educación) Claudio Castillo Peña, quien el 24 de febrero de 2015 diera su último aliento en el bulevar de Las Naciones, en una protesta magisterial que fue brutalmente reprimida por las corporaciones policiacas. Claudio, hombre recto y un excelente orador, que en las movilizaciones llamaba a la mesura, la calma y a no caer en las provocaciones de los cuerpos policiacos que buscaban un pretexto para salir como fieras salvajes a atacar.
Y la señora Minerva Bello, madre de Everardo, uno de los 43 jóvenes desaparecidos, quien falleciera en 2018 y se fue sin conocer el paradero de su hijo, sin conocer la verdad, se fue ofendida por las burlas de las autoridades al dar versiones y largas a un acto de absoluta barbarie.
El mural pintado en el ayuntamiento de Acapulco es un homenaje y una forma de exigencia para conocer la verdad sobre los 43 jóvenes normalistas desaparecidos por el Estado mexicano, la noche del 26 de septiembre de 2014. Un acto que jamás debió suceder y que debe ser esclarecido, con todas las consecuencias que resulten.
Dicho mural (que en meses pasados se terminó de pintar, pues estaba inconcluso) se realizó cuando el edificio del ayuntamiento se mantuvo tomado entre octubre de 2014 y marzo de 2015 por el movimiento social y popular. Ese pequeño espacio, que buscó mediante todas sus formas posibles la presentación con vida de los normalistas, se convirtió en una versión costeña de la comuna de París, un poder popular que soñó una sociedad diferente, pero que nos enseñó que un mundo nuevo es posible. Siempre y cuando se ponga todo el corazón y se busque transformar la realidad, no simplemente adaptarse a ella.