El presupuesto es un laberinto
Austeridad extrema de gobierno, es igual a pobreza social
Que el gobierno federal se ajuste el cinturón en este periodo en que el uso racional de los recursos financieros, es una idea adecuada, pero la forma de instrumentarlo no.
Para impulsar la economía, sin lugar a dudas, hay que inyectar recursos, lo cual tampoco implica recurrir en el sobreendeudamiento y la dilapidación del dinero. Con menor razón cuando los mecanismo de dispersión de los recursos no están saneados y se presta a la opacidad o a la corrupción.
La política de austeridad, es una buena estrategia, aunque es riesgoso que esto se centralice, el gasto público y particularmente con atribuciones de discrecionalidad por parte de las decisiones del primer ejecutivo.
se cuenta aún con una perspectiva generalizada de los problemas de pobreza y no se comprenden los problemas particulares o específicos de cada comunidad, localidad o individuo para atacar el problema de raíz: Esto significa que no se han diseñado herramientas útiles, o se han hecho desde el escritorio y no desde el lugar de los hechos para comprender las problemáticas.
Desde el inicio de la actual administración era necesario revisar tres diferentes tipos de aplicación de los recursos públicos: 1) el presupuesto destinado a los programas sociales; 2) el presupuesto programable en su clasificación funcional de desarrollo social; y 3) los recursos destinados para la superación de la pobreza.
En las circunstancias actuales habría que agregar el gasto en materia de salud pública y reforzamiento del sistema del ramo.
Aun la conjunción de los cuatro rubros es posible concluir que a pesar del esfuerzo realizado en términos de recursos, aun buena parte de la población se encuentra en situación de pobreza.
En consecuencia, el rol del gasto social –como requisito indispensable, aunque no suficiente– en la construcción de una estrategia de desarrollo nacional que ponga en el centro de la reflexión el mejoramiento de las condiciones de vida de la población, es decir, la reducción de la pobreza, pero también de la enorme desigualdad.
Aun el periodo neoliberal del país, debe reconocerse que el aumento en el gasto social en los últimos años, tanto en términos absolutos, como en relación al tamaño de la economía, es decir su crecimiento neto, no ha sido constante, por el contrario, aunque sigue aumentando en lo absoluto, se hizo cada vez a un ritmo menor generando la paradoja del aumento de los recursos destinados al combate a la pobreza y del concomitante aumento de la misma o en todo caso su insistente persistencia.
La propuesta de López Obrador de privilegiar la aplicación de recursos públicos en la población más desfavorecida, sería congruente sino se perdiera de vista que una gran proporción de la micro y pequeña es informal y trabaja buscando la subsistencia y lo programado se entorpece en los beneficios por la tramitología a seguir y lo reducido de los montos. De entrada hay que considerar que al estar en la informalidad no se dispone del Registro Federal de Causantes, que es la primera limitante para acceder a los créditos.
La mayor parte de las objeciones al plan de austeridad, así como la orientación del mismo, no pueden despojarse de la intención electoral. La preferencia y forma de dispersión de los recursos hacia la población más necesitada, redunda en fortalecer estructura electoral del partido gobernante de la misma manera que se hizo en el pasado.
Pero tampoco puede haber un abandono absoluto de la estructura económica del país. La crisis del Covid 1|9 golpea a los dos extremos de la economía de mercado: la producción y el consumo. Con un trato diferente, ambos deben ser atendidos. La fuente de ingresos del gobierno depende en buena medida de la existencia de ambos factores.
Previo al inicio de la crisis sanitaria, el presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que si hiciera falta dinero para hacer frente a la crisis económica mundial ocasionada por la pandemia del coronavirus se harían los ajustes en los recursos del gobierno, por lo cual su administración pasaría de la “austeridad republicana a la pobreza franciscana”.
Para evitar dar ese paso, es necesario tomar algunas determinaciones tales como : 1) Acabar con la austeridad, mediante una política fiscal proactiva enfocada hacia el pleno empleo e infraestructura básica y una política monetaria que facilite el financiamiento de la inversión pública que a su vez fomente la inversión privada; 2) Elevar los ingresos públicos, en específico aquellos que permitan corregir la desigualdad en los ingresos; 3) Mejora salarial; y 4) Hacer partícipe al capital financiero, a través de una regulación y supervisión más eficiente del sistema bancario.
No se trata de resignarse a la pobreza franciscana, menos cuando la población en pobreza está en niveles de sobrevivencia. La oferta fue que los pobres van primero en la distribución de la riqueza, pero se requiere de riqueza para poderla distribuir.
La palabra de los pobres es como la campana de palo. Nadie la escucha, diría la abuela.