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ZAMORA, Mich., 17 de julio de 2014.- Cientos de familias confiaron a ciegas en la buena fama que se había ganado el albergue ‘La Gran Familia’, ubicado en el municipio de Zamora, Michoacán, desde su fundación hace más de 40 años gracias a sus programas musicales y su vocación formativa.
En el portal La Prensa, retoman entrevistas que AFP le hizo a varios padres y madres de familia arrepentidos, quienes, alertados por el allanamiento de la institución por parte del gobierno, aguardan para sacar a sus niños del albergue que está siendo limpiado y custodiado militarmente.
“A nosotros nos dijeron que aquí estaba bien, que estudiaban y les enseñaban un oficio. Nos gustaban las cosas que decía ‘Mamá Rosa’ de que los chicos no iban a poder salir o que no les iban a permitir tomar drogas”, explica Álvaro Vázquez, un anciano que viajó cerca de 800 kilómetros desde la sierra de Guerrero (sur) para buscar a su nieto de 17 años.
Con un hablar tosco y sin parte de su dentadura, el esmirriado anciano narra como quedó a cargo del conflictivo adolescente desde que su mamá empezó a prostituirse y asegura que fue la propia Dirección de Infancia y Familia (DIF, oficial) de Guerrero quien le recomendó que llevara a su nieto a “La Gran Familia” después de que intentara sin éxito inscribirle en un grupo de alcohólicos anónimos a los 14 años. Vázquez dice que sólo pudo ver su nieto dos veces desde que lo internó hace más de dos años y, en cada una de las visitas, había algún empleado del albergue presente en la conversación.
El gobierno asegura que los 607 internos (al menos 438 menores de edad) que encontró el lunes en el albergue estaban retenidos en condiciones infrahumanas y algunos habían sido víctimas de abusos sexuales, entre otros graves abusos.
Ninguno de los familiares entrevistados por la AFP es capaz de describir el lugar donde hace meses o años entregaron a sus chicos y que presume de ser una institución que no distingue clases y acoge a delincuentes, drogadictos y niños de la calle.
Ninguno pudo ratificar si, como dicen las autoridades, los niños dormían entre chinches y ratas o comían alimentos descompuestos. Alegan que la octogenaria fundadora del albergue, Rosa del Carmen Verduzco “Mamá Rosa”, de quien sólo tienen buenas palabras, recibía a los niños en la entrada y nunca les permitía ver las instalaciones.