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CHILPANCINGO, Gro., 21 de mayo de 2014.- De pelo cano, piel arrugada y cuerpo pequeño, el policía ciudadano Rubén Ríos Bailón no aparenta su edad cuando camina al frente de la multitud. No por nada le apodan He-Man, como el héroe de la vieja caricatura Los Amos del Universo.
-“Quiero platicar lo que me hizo la señora presidenta Elizabeth Gutiérrez Paz”, es la primera expresión que sale de su boca al tomar el micrófono en la asamblea popular.
Sus palabras inundan la cancha techada a la que asistieron más de 2 mil personas; al escucharlo, crece el enojo contra la alcaldesa y aumentan los gritos de la multitud.
Don Rubén, He-Man, aun porta su uniforme verde que lo identifica orgullosamente como Policía Ciudadano de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (Upoeg).
Contiene el aliento unos segundos antes de hablar nuevamente.
“A mí la presidenta me torturó, me dijo que yo sabía en donde estaba su chofer y guarura El Payaso, yo le dije que no sabía nada, pero nos echó la culpa, a mí y a mis compañeros”.
Con la mano derecha aprieta el micrófono, mientras hace puño la izquierda y la agita con fuerza.
“¡Me dio mis cachetadas, me rasguñó, me puso la pistola aquí!”, dice mientras señala su frente con el dedo índice.
“Me dio una patada, me volvió a desgreñar, me volvió a agredir y me dijo: hijo de tu puta madre es la última oportunidad que te doy para que me digas en dónde está El Payaso”.
“Yo le respondí a la señora que no sabía, que era la verdad, que no sabía en dónde estaba El Payaso”, relata He-Man.
Entonces, según cuenta, la alcaldesa le advirtió: “Vamos a contar hasta tres y si no me dices… ¡te va a llevar la chingada cabrón!”.
“Yo le dije que hiciera lo que tuviera que hacer, porque yo no sabía en dónde estaba su guarura”.
Fue entonces que La Potranca, como el pueblo le apoda a la alcaldesa por su actitud prepotente, puso su pistola en la frente de Don Rubén y comenzó el conteo.
“1… 2… ¡3!”, cuando la alcaldesa exclamó el último número, el policía comunitario Rubén Ríos Bailón esperó que lo matara un plomazo.
En cambio, cuenta que la presidenta municipal volvió a preguntarle: “¿No me vas a decir dónde está El Payaso?”.
“No señora, no sé”, le habría contestado él.
“Fue entonces que me dio un cachazo en la cabeza, sus guaruras me agarraron y me levantaron, fue entonces que ella se acordó que afuera estaba el personal del módulo del IFE y que seguramente ya habrían escuchado la boruca que se traía”, relata el comunitario mientras los asistentes a la asamblea popular contienen el aliento, expectantes a su denuncia pública.
“Yo creo que la señora presidenta estaba marihuana o borracha, no se… la mera verdad”, expresa con enojo y hace un ademán enérgico con su puño izquierdo.
Cuenta que después los guaruras de la alcaldesa lo llevaron al baño del ayuntamiento y amenazaron con ponerle una bolsa en la cabeza.
“Ahorita va a cantar el hijo de la chingada”, expresaron los escoltas, según el relato de Don He-Man.
Nuevamente, le lanzaron una advertencia: “¿Vas a cooperar sí o no?”.
La expectación en la asamblea se mantiene. Todos atentos a lo que sigue, todos con la inquietud, con la interrogante de cómo hizo el policía comunitario para escapar de sus torturadores.
El viejo comunitario retoma su relato.
“Yo le dije que lo que ella me preguntaba no lo sabía, ella me hablaba de El Payaso y yo no sé nada. Fue entonces que me ofreció dinero, me preguntó: ¿cuánto es lo que quieres?”.
“Primero me ofreció medio millón, un millón, dos millones, tres, cuatro, cinco millones, llegó hasta seis… hasta ahí se quedó la señora”.
Pero según cuenta, él rechazó la oferta.
“Señora, yo no quiero dinero, yo no soy corrupto”, le habría respondido él.
“Dime lo que sepas, yo te doy lo que quieras”, habría objetado ella.
Finalmente, de acuerdo a la versión del policía ciudadano, llegó a un acuerdo con la alcaldesa panista Elizabeth Gutiérrez Paz.
Ella lo dejaría libre, con el compromiso de regresar a la comandancia de la Policía Ciudadana en Tierra Colorada e indagar la mayor información sobre el posible paradero de El Payaso.
Después se encontraría con la alcaldesa a las 19:00 horas del sábado, en el corral de toros, para comentarle lo que hubiese averiguado.
Tras 12 horas de cautiverio, la presidenta habría dejado libre a Don Rubén Ríos alrededor de las 6:00 horas del sábado.
“Yo estuve pensando más de medio día qué hacer… si hacía lo que ella me había pedido y traicionaba a mis compañeros o si les informaba lo que había ocurrido”.
La indignación creció en los cientos de pobladores que, a pesar del calor, se aglutinaban bajo la cancha techada.
Contuvieron el aliento unos segundos, mientras el policía ciudadano hizo una pausa para respirar y continuar con su relato.
“Fui con mis compañeros y levanté un acta de lo que me había hecho la señora. El comandante regional Ernesto Gallardo habló para que fuera al ministerio público y me tomaran muestras de que me habían torturado”.
Sin embargo, comenta que hubo un detalle que ocurrió antes de eso y que lo dejó pensativo, extrañado.
Alrededor de 40 minutos después de que llegó a su casa, cuando la alcaldesa y sus escoltas lo liberaron, recibió la visita de un doctor del pueblo.
“Yo le dije: ¡Qué coincidencia doctor!, y él me respondió: no es coincidencia, uno que tiene poder”.
“Me revisó, me vio, me preguntó que me había pasado porque estaba golpeado, pero yo le dije que me había emborrachado y me había caído. No quise decir la verdad. Después me preguntó, por alguna razón, si orinaba sangre. Yo le dije que no. Quizá la alcaldesa le dijo al doctor que fuera a verme porque me había dado una madriza”.
De acuerdo a Don Rubén, su historia comenzó el viernes a las 19:00 horas, cuando lo levantaron los policías preventivos que escoltan a la presidenta municipal y lo llevaron al ayuntamiento, donde lo torturaron.
Su testimonio enardeció al pueblo, que a gritos exigió la salida de la alcaldesa, a quien de manera despectiva apodan “La Potranca” o “Lola la Trailera” y vinculan directamente con la delincuencia organizada.